Análisis de Reventure – Nintendo Switch. 100 maneras de volverte loco

El estudio malagueño Pixelatto revolucionó Steam con este adictivo juego, que ahora llega a Nintendo Switch

Número de jugadores
1
Idiomas
Español, inglés, francés, etc
Tamaño de la descarga
599,79 MB
Nuestra puntuación
87

Te levantas de un salto de la cama y sales con determinación de tu cabaña hacia el castillo del reino. Presentas tus respetos al rey, que te encomienda el rescate de su hija de las garras de una malévola fuerza oscura. Pero antes, debes prepararte: cerca del castillo hay una montaña con una cueva en la que aguarda tu espada, imprescindible para poder emprender tu aventura. Un anciano, que nadie sabe muy bien desde cuando está ahí plantado, protege el acero con el que rescatarás a la princesa.

 

Tú, el héroe llamado Tim (aunque puedes cambiarle el nombre en todo momento) blandes la espada y sientes una fuerza en tu interior que te da confianza para vencer a cualquier adversidad. “Es peligroso ir solo”, le recuerda el anciano. Estás deseando salir ahí fuera a resolver mazmorras y derrotar monstruos, y no puedes esperar a probar la eficacia del acero legendario. Como por un acto reflejo, sin pensarlo, pulsas el botón Y, sin darte cuenta de que estás a un metro del anciano. El acero resulta ser del bueno, porque corta la cabeza del anciano como la mantequilla, llenándolo todo de sangre. Asustado, no tardarás en verte rodeado de los guardias reales, que te ejecutarán por tu incomprensible acto de violencia.

 

Vaya, que Reventure no es tu típico clon de ‘Zelda II’.

 

 

El fin es el principio

El estudio malagueño Pixelatto, formado por apenas cinco miembros, tocó el cielo el año pasado con Reventure, un juego muy pequeñito que subió a la lista de los más vendidos en Steam (impulsado, en gran parte, por las buenas reacciones de los youtubers más populares). Ahora, el juego llega a Nintendo Switch para proponernos un high concept de lo más original: el juego no tiene un final per se, sino cien finales diferentes, y encontrarlos todos será el verdadero objetivo del juego. Con un estilo pixel art que deja casi todo a la imaginación, el desarrollo tiene lugar en un mapa 2D mucho más grande de lo que aparenta, y prácticamente sin pistas de hacia dónde ir o qué hacer. Todo se revela a base de experimentación, de utilizar los objetos que vamos encontrando y buscar las numerosísimas rutas secretas. Cada camino te descubrirá una nueva zona con varias rutas para seguir, que te retarán con nuevas decisiones: ¿seguir por donde tenía pensado o explorar esta nueva ruta? Antes de que te des cuenta, lo más seguro es que acabes muerto… lo que significa un nuevo final para la galería.

 

La experimentación es clave no solo a la hora de abrirnos camino en el laberíntico mundo de Reventure, sino también a la hora de “suicidarnos”, es decir, de intentar encontrar todos los finales… a base de perseguir la muerte. En otros juegos nunca en tu sano juicio saltarías a un lago de lava, o dejarías indefenso que te derrotarán los pequeños monstruitos, pero en Reventure, todo lo que parezca mínimamente sospechoso, desde un hoyo aparentemente sin fondo a un cañón del castillo, es una muerte casi segura, y por tanto, un nuevo final. Hay literalmente un enorme botón rojo con carteles de ‘no pulsar’. Reventure apela a nuestros instintos más básicos, sí, pero también a nuestra experiencia y expectativas con los juegos de rol y aventura. El poder matar a los NPCs aliados es solo la punta del iceberg de un juego que aprovecha cada ocasión para referenciar, parodiar y usualmente revertir las mecánicas e ideas de otros juegos de aventuras, con la saga Legend of Zelda a la cabeza.

 

De hecho, una de las formas más originales en las que Reventure se mofa del género del RPG en su totalidad, desemboca en una de las mecánicas jugables más importantes. Y es que a cada trasto que encontramos (espada, escudo, bombas, gancho…) nuestro personaje se hace más pesado y pierde fuerza de salto, lo que le impedirá alcanzar muchas plataformas. Esto es lo que revela que el juego tiene mucha chicha más allá de la sorpresa inicial: el aprenderse qué objetos son necesarios para poder moverse por el mapa del juego, qué mecanismos activas o dónde encontrarlos. Según arrancamos, un guardia nos impide pasar al resto del mapa si no llevamos una espada, lo que supone un peso bastante inútil para la mayoría de escenarios. No deberíamos tardar en encontrar la forma de pasar al otro lado sin necesidad de espadas, y por el camino, nos encontramos la pala, un objeto muy interesante para situaciones muy concretas, pero inútil en otras. Pronto encontramos el gancho y las bombas, objetos que nos abren nuevos caminos con muchas otras salidas, hasta darnos cuenta que no podemos llegar más lejos por culpa de nuestro abultado morral. Solo un objeto más, nos decimos, antes de que nuestros heroicos huesos no puedan más y nos despachurre, reapareciendo en la siguiente partida como un amasijo de piel.

 

Referencias por todos lados

No hay puntos de guardado, tras cada final aparecemos siempre en el mismo sitio (¿siempre?¿segurooo?). Tampoco hay mapa (¿segurooooo?), por lo que tenemos que usar nuestra memoria para recordar exactamente el camino que habíamos hecho antes y no tomar la  decisión que nos llevó a la muerte. O si no queremos repetir lo mismo, podemos probar a explorar una zona completamente nueva. Lo que de primeras parece un juego de chiste (o un chiste de juego) se convierte en un auténtico rompecabezas lleno de rutas secretas, atajos a base de cañonazos y puzles incomprensibles de primeras, hasta que de repente, explorando una zona totalmente diferente, encontramos la respuesta. La facilidad para perderse, la cantidad de callejones sin salida o los malabares que hay que hacer para alcanzar esa sala en concreto (nos tuvimos que hacer listas escritas a mano para acordarnos) puede llegar a ser abrumadora, y hacer que parezca una misión imposible. Afortunadamente el mapeado del juego está preciso y preciosamente diseñado para que vayamos encontrando nuevos caminos (y nuevos e hilarantes finales) casi debajo de cada piedra (como quien dice, pero también literalmente… cuidado al salir de casa), por lo que, si nos sentimos atascados de verdad, siempre tenemos algo que hacer en otra parte que, ¡pum!, quizá nos abra la cabeza a un mundo nuevo. O nos abra la cabeza literalmente.

 

Sobre todo, el juego nunca, nunca se convierte en una experiencia agobiante, a pesar de que su dificultad sea, en un modo completamente poco ortodoxo, altísima. Reventure es, ante todo, una comedia. Cada final no solo nos recompensa con un 1% más, sino que nos deja con una última animación, un texto explicativo y un juego de palabras. Y son un despiporre. No son graciosos del tipo “oh, qué simpático, sonrisa”. No, son de reírse a carcajadas de verdad. Pixelatto tiene mucho, mucho donde rascar, desde parodias de otros juegos y sus tópicos, a rupturas de la cuarta pared y autorreferencias, con toques bastante socarrones e incluso “subiditos de tono”, incluyendo jumpscares y momentos totalmente gratuitos y sin escatimar juegos de palabras que demuestran que el español fue el idioma materno del juego (aunque esté traducido a diez idiomas).

 

Por si eso fuera poco, cada vez que morimos, solemos reaparecer con una nueva apariencia derivada de nuestra anterior muerte. Por ejemplo, como ya comentamos, si morimos aplastados, en la siguiente seremos un amasijo de piel sin articulaciones. Otras son… bueno, ¡es que no queremos destriparlas! Os aseguramos que algunas de las mejores carcajadas y referencias vienen de ahí. Paradójicamente, el factor cómico se ve reforzado por los gráficos, tan parcos en detalle como expresivos a su manera. Reventure se ve, y también se oye, como un inocente juego de la era 8 bits sin nada que ocultar… lo que aumenta la distorsión cuando deja de comportarse como tal.

 

 

Reventure – 100 maneras de volverse loco

No os dejéis engañar por su pixel art feucho, Reventure es un juego completamente atípico que se erige en una sola idea, una idea que lo cambia todo: hay cien finales diferentes, cada forma de morir es uno de ellos, y encontrarlos todos es el verdadero objetivo del juego. Lo que podría haber acabado como un mero gancho publicitario se convierte, gracias a un inteligentísimo diseño de juego, en la pieza que desmonta todo lo que creíamos saber de los juegos de aventura. Reventure descentraliza el desarrollo lineal tradicional al eliminar toda lista de objetivos, y estimula la experimentación con unas mecánicas en apariencia básicas que solo revelan su profundidad a medida que nos sumergimos más y más (literalmente) en su mundo. Por si eso no fuera suficiente, es uno de los juegos más graciosos que se pueden encontrar, con chistes y referencias constantes. Un clásico moderno del videojuego español.

 

ReventureHemos analizado Reventure gracias a un código digital cedido por Super Indie Games. Versión analizada 1.4.0.

Reventure
ÚLTIMA HORA: Pequeño estudio malagueño desmonta el género de los juegos de aventura
Reventure es, sencillamente, una de las mejores comedias que encontrarás en Nintendo Switch. Las carcajadas serán constantes en un mapa mucho más amplio de lo que aparenta, y que con una sencillez de mecánicas envidiable consigue recompensar la experimentación con secretos y descubrimientos constantes.
PROS
Nunca sabes por dónde te va a salir el juego para sacarte una carcajada, desde parodias a otros juegos, humor meta o directamente humor gráfico con bastante mala leche
Secretos constantes y cientos de cosas por hacer y explorar. Te llevará mucho tiempo encontrar todos los finales
La falta de guías, mapas e indicaciones, lejos de ser un obstáculo, fomentan la experimentación, que se ve recompensada con nuevos caminos... o hilarantes muertes
CONTRAS
Mucho ensayo y error da lugar a, bueno, mucho error. Puedes acabar perdido, sin saber muy bien a dónde ir y sin ningún objetivo final que te impulse a seguir
Por esa razón, puede que te canses antes de encontrar todos los finales. Aunque es cierto que no es difícil encontrar una nueva ruta que incentive seguir explorando...
Los gráficos son bastante sencillos. Bueno, pero y qué más da eso
87