Narita Boy

Análisis Narita Boy – Nintendo Switch. Un reino más allá del código

¡Rest in Force!

Narita Boy
Fecha de lanzamiento
29 marzo, 2021
Número de jugadores
1
Idiomas
Español, inglés, alemán, etc.
Tamaño de la dercarga
892,00 MB
Nuestra puntuación
90

Era el nacimiento de una nueva era, una era en la que casi toda la humanidad pasaba su tiempo libre en un videojuego.

Os suena, ¿verdad? Con estas palabras el escritor estadounidense Ernest Cline describía los inicios de Oasis. Sistema de realidad virtual presente en su conocida novela Ready Player One. Una explosión que devoraba todo a su paso y que, como si de un parásito se tratase, usaba como huésped el propio «mundo real». Salvando las distancias, quienes vivimos (en plena juventud o adolescencia) la década de los 80 y principios de los 90 disfrutamos de algo parecido. Otra explosión tecnológica que nos traía una experiencia única e inexplicable (al menos con palabras), ¡los videojuegos! Videojuegos que, actualmente, se han convertido en todo un bien cultural. Un vehículo de transmisión/comunicación artística del que hacen uso a diario millones de personas y, en definitiva, un producto de interés general que, tras su normalización, forma parte, de una manera casi intrínseca, de nuestras propias vidas. Y, precisamente, fruto de esa fascinación por los 80, entendida no como un refrito sino como toda una fuente de empoderamiento, nace Narita Boy. La ópera prima del estudio barcelonés Studio Koba llega a Nintendo Switch dispuesta a romper todos los moldes existentes con una propuesta única en lo narrativo y fascinante en lo jugable. ¿Logrará alcanzar el hito y liberar el Reino Digital? No te pierdas nuestro análisis para descubrirlo.

 

 

¡Qué el Trichroma te acompañe!

Los 80 es una década convulsa en lo político, en lo social y en… lo tecnológico. Y es, precisamente, en este último punto, protagonizado por el boom de los microordenadores y por el auge de aquellos pioneros que, programando, lograron revolucionar una industria aún en pañales, en el que se centra Narita Boy a la hora de desarrollar todo su trasfondo narrativo. Trasfondo co-protagonizado, como hemos comentado unas líneas más arriba, por esa fascinación por los 80, que no se limita a los videojuegos. Los filmes de ciencia ficción con un claro componente filosófico, las series americanas, los dibujos japoneses o la música electrónica de finales de los 80 son solo algunos de los cientos de ejemplos que han servido de inspiración para el título que aquí nos ocupa.

 

La historia, sin entrar en demasiados detalles con los que estropear una riqueza narrativa plagada de distintas tonalidades y matices, nos presenta a Narita Boy, un héroe capaz de blandir la tecno-espada y derrotar a la amenaza que se cierne sobre el Reino Digital. Podría decirse, a ojo de buen cubero, que nos encontramos ante el mismo argumento vivido en infinidad de ocasiones dentro del mundo de los videojuegos. No obstante, el título que aquí nos ocupa, plagado de simbolismo de principio a fin, se encarga de presentárnoslo bajo un fuerte mantra, eminentemente filosófico y retro-tecnológico, ¡el Trichroma! Un código de tres colores primarios con el que se logra dar forma, de una forma tan sorprendente como deliciosa, a todo el lore de Narita Boy. Lore que, dicho sea de paso, nos presenta un críptico, y orgánicamente tecnológico, lenguaje que nos obliga conscientemente a rellenar los huecos incompletos dando rienda suelta a nuestra propia imaginación (sí, ¡aún nos queda de eso!).

 

Narita Boy

 

Acción retro-futurista

Jugablemente hablando, nos encontramos ante un hack and slash 2D, con toques de metroidvania, que sirve de homenaje a los clásicos de acción, aventura y plataformas de los 80. Y no lo hace de cualquier forma, ni a cualquier precio. Un servidor, durante la década que aquí nos ocupa, ya soñaba con ser el protagonista de su propio videojuego. La pionera del marketing digital Ann Handley sostiene como fundamental la idea de convertir al consumidor en el héroe de la historia que se pretende mostrar y/o vender. El ser humano quiere ser mucho más que un mero consumidor/espectador. ¡Todos soñamos con ser Narita Boy! Partiendo de esa identificación tan primaria, que nos lleva a empatizar desde el minuto uno con el protagonista, nos encontramos ante diversos mapas, interconectados entre si, que, sin ser excesivamente extensos, requieren, como si de un lenguaje de programación se tratase, nuestra completa asimilación.

 

Por otro lado, nos encontramos con unos puzles que no resultan ningún obstáculo insalvable, pero que sí nos obligan a estar atentos a nuestro entorno. Comprender el ritualismo simbólico del mundo digital resulta fundamental si queremos llevar esta particular aventura a buen puerto (USB). Y es que sí, su narrativa entretiene y engancha desde el minuto uno de juego. No obstante, que nadie piense que nos encontramos ante una suerte de paseo contemplativo. Su maravilloso apartado artístico, del que hablaremos más adelante, se complementa con unas mecánicas tan satisfactorias como efectistas y, por momentos, desafiantes. Lo mismo nos encontramos montando a «caballo», que surfeando por el código, aprendiendo nuevos movimientos con los que poder acceder a otras zonas o luchando contra exigentes jefes que nos obligan a aprender sus patrones de combate. Tampoco podemos olvidarnos, aunque no sea algo que se potencie en exceso, de la exploración y el backtracking. Y es que, en unas cuantas ocasiones, nos ha tocado regresar sobre nuestros propios pasos. Todo ello se fusiona con una curva de dificultad que se amolda con bastante soltura, o al menos esa ha sido nuestra experiencia, al jugador. Conviene puntualizar que el sistema de control de Narita Boy se torna, al menos hasta que nos acostumbramos a su timing, algo impreciso (sobre todo durante los movimientos que requieren una mayor exactitud). Sensación que, afortunadamente, se desvanece tras los primeros compases de juego.

 

Narita Boy

 

Una obra de arte digital

¿Cómo podríamos definir, en pocas palabras, un apartado artístico tan peculiar como el de Narita Boy?

¡Código libre!

El Reino Digital se nos presenta bajo un cuidado pixel art con un acabado visual que imita a los monitores CRT (distorsión y aberración cromática incluida). Monitores presentes, precisamente, durante los años 80 y 90. Conviene destacar que dicho efecto puede ser desactivado desde el menú de opciones, algo que, personalmente, ni se me ha pasado por la cabeza. ¿El motivo? Sencillo. Los juegos retro fueron diseñados teniendo en cuenta las imperfecciones de los televisores de rayos catódicos. Por lo que al visualizarse en dispositivos modernos pierden, por el camino, parte de sus matices y, en definitiva, su propia esencia. Y sí, poder equiparar la experiencia jugable a la que atesoran nuestros recuerdos, de una forma cuasi-mística, tampoco tiene precio. Como dato curioso, todo a nuestro alrededor se asemeja a la carcasa de un ordenador. Desde los personajes, hasta los distintos escenarios por los que discurre nuestro épico devenir. Incluso la «carta» de presentación de los distintos jefes especiales a los que nos hemos tenido que enfrentar, llega en forma de floppy disk (lo que viene siendo el disquete de toda la vida). Por si fuera poco, dicha labor de recreación se ha realizado con sumo cuidado y respeto. Algo que queda patente en las distintas animaciones que se presentan ante nosotros. Y es que hasta el último detalle, destello o neon que aparece en pantalla cobra vida ante nuestros incrédulos ojos.

 

Por otro lado, la riqueza artística de esta obra no se limita, ni mucho menos, a su apartado visual. Y es que, entrando en terreno sonoro, nos encontramos ante un surtido de melodías tecno ochenteras realmente delicioso. Vangelis, Isao TomitaMich, Michel Jarre o Tangerine Dream son solo algunas de las fuentes de inspiración de un repertorio que no solo acompaña sino que se funde, entre ondas sintéticas, con el folclore del propio Reino Digital.

 

Narita Boy

 

En términos de durabilidad, no podemos decir que Narita Boy sea un título excesivamente extenso, pero tampoco corto. En nuestro caso, completar el juego nos ha llevado más de 10 horas. No obstante, lo importante aquí no es tanto el número sino la proporción. El equilibrio, una vez más, hace que todo se desenvuelva de una forma tan natural, que tras acabar la aventura nos queda la sensación de que concluyó cuando tenía que hacerlo. Para finalizar, a falta de la conclusión final, destacar que el juego se desenvuelve con soltura tanto en el dock como en modo portátil. Aunque si que es cierto que en este último contamos con algún que otro tirón, presente en las batallas con mayor número de enemigos en pantalla. Eso sí, sin mayor importancia, ya que no llega a suponer lastre alguno, jugablemente hablando.

 

Narita Boy – Todos los caminos llevan al TrichROMA

El ritualismo mágico que Narita Boy arrastra tras de sí resulta harto complicado de expresar con palabras. No obstante, puede que una práctica alegoría sirva para que os podáis hacer una somera idea de lo que aquí se nos presenta. Y es que, como si de una cebolla se tratase, nos encontramos ante una propuesta plagada de capas. Capas que, tras desprenderse una tras otra, abren ante nosotros un sinfín de matices interconectados entre si. Mecánicas típicas de los hack and slash 2D, puzles, plataformas e infinidad de referencias a la cultura pop de los 80. Ovejas eléctricas, oasis digitales, espadas mágicas, historias interminables… El Reino Digital es eso y mucho más. Una sorpresa continua que se presenta ante nuestros ojos bajo un cuidado y llamativo pixel art y una bso que evoca directamente a la nostalgia entendida como aquello que perdemos y que jamás volverá.

 

Narita Boy
Los recuerdos juegan un papel fundamental en Narita Boy

 

En definitiva, un juego de autor tan introspectivo en lo narrativo como colorido y mágico en lo visual y jugable. Un sentido homenaje a la nostalgia que perdurará por los ciclos de los ciclos en la memoria interna de los que ya peinamos ciertas canas, pero que también encandilará a quien busque experiencias tan mágicas como únicas e irrepetibles.

 

Narita Boy

Hemos analizado Narita Boy gracias a una código digital cedido por Team17. Versión analizada 1.0.1.

Narita Boy
Saving The Arcade World
Narita Boy se presenta como una pixelada aventura de acción, plataformas y puzles en 2D, pero es mucho más... Una oda a los años 80 de proporciones bíblicas cuyo apartado artístico y narrativo se funden para dar forma a un título mágico e irrepetible.
PROS
Una oda a los años 80 de proporciones bíblicas
Su cuidado, y sorprendente, apartado artístico
Soberbia liturgia narrativa y jugable
CONTRAS
Su sistema de control resulta, al principio, algo impreciso
Recrear los monitores CRT tiene su coste. Puede que haya a quien le maree
Que se acabe...
90