Que los videojuegos como concepto deben ser considerados arte es algo que todos deberíamos tener bastante asimilado ya. Ya sea por su apartado visual, por el sonoro, por la idea que hay detrás en cuanto a mecánicas o narrativa, o simplemente por despertar en nosotros diferentes tipos de sensaciones, el ocio electrónico se ha ganado ese lugar por derecho propio. Y aunque la definición de lo que es arte o no es bastante subjetiva y puede que para muchos no todos los videojuegos entren dentro, es probable que una buena parte de los jugadores concordemos en obras cuya calidad artística destaca sobre otras, como es el caso del juego que nos ocupa en este análisis: Ori and the Blind Forest y su Definitive Edition para Nintendo Switch.
Desarrollado por Moon Studios originalmente para Xbox One y PC, Ori and the Blind Forest sorprendió a propios y extraños al dar el salto a Nintendo Switch fruto de una inesperada colaboración entre la Gran N y Microsoft (que tiene un acuerdo de desarrollo y distribución con Moon Studios para este título y su secuela). Con una base de Metroidvania, un árbol de habilidades para ir mejorando al personaje según nuestras preferencias, un estilo artístico y una banda sonora brillantes en ambos casos, y una historia inspirada en clásicos de la animación como El Rey León o El Gigante de Hierro, Ori and the Blind Forest nos ofrece la oportunidad de jugar a uno de los imprescindibles del catálogo de Nintendo Switch. Contando o no los exclusivos de Nintendo. ¿Queréis descubrir por qué? Acompañadnos al bosque de Nibel para restaurar los Elementos de Luz si queréis descubrirlo.
Una luz en la oscuridad
La premisa de Ori and the Blind Forest parece básica a simple vista, pero esconde una historia profunda con tintes dramáticos digna de las tramas de las que suele hacer gala Estudio Ghibli. Una historia que empieza narrándonos cómo llega Ori al bosque de Nibel, cómo Naru cuida de él y cómo todo se va apagando hasta el punto de llegar al borde de ver morir el bosque. Y ahí es donde entra Ori y su papel como guardián. Un diminuto animalillo que nos sirve de protagonista y vehículo para ir descubriendo la historia según nos adentramos en el bosque. Historia que, como podéis imaginar, preferimos no destripar aquí para evitar reventar las sorpresas que guarda a los que todavía no habéis jugado.
Si en cuanto a narrativa el juego es brillante y sabe combinar en todo momento partes emotivas con momentos trepidantes, además de lograr que todo el bosque desprenda vida incluso cuando todo parece muerto, como juego en sí tampoco se queda atrás. Ori and the Blind Forest es un plataformas sobresaliente, heredero de los mejores metroidvania y orgulloso estandarte de un género que en los últimos años ha resurgido con mucha fuerza. Su mapeado es enorme y esconde numerosos secretos, que como podéis imaginar por el género del que bebe no todo va a estar accesible cuando lleguemos por primera vez. Las habilidades desbloqueables en ciertos momentos de la trama o las características mejoradas según vayamos evolucionando nuestro árbol de habilidades son claves para progresar y volver atrás para descubrir nuevas zonas o secretos.
Igual que en otros juegos de este estilo, se ha buscado ir integrando poco a poco el movimiento de Ori para que el progreso sea más natural y el dominio lo más absoluto posible. Según avanzamos el juego nos va a dejar subir paredes, saltar una segunda vez, atacar en el aire, etc. Y con todo ese abanico de opciones y el control tan preciso de la criatura, jugar con Ori es una gozada. El movimiento del personaje está tan bien llevado a cabo que simplemente avanzar por los niveles es divertido. Sí, a veces es frustrante porque hay secciones más complicadas que requieren de diversos intentos y un control muy preciso de lo que queremos hacer, tanto que si fallamos es casi seguro por culpa nuestra y no del control, pero la satisfacción al lograrlo es tan grande y el proceso de lograrlo tan divertido, que no importa tanto el destino como el camino.
Otra cosa a destacar es el sistema de guardado del juego. Somos nosotros los que decidimos cuándo guardar, a excepción de contadas veces donde el juego nos ofrece un punto de guardado, y para ello debemos gastar una valiosa energía que nos va a hacer falta en más de una ocasión. Queda a nuestro criterio decidir si es el momento de guardar o mejor esperar, añadiendo una capa extra de estrategia y dificultad al título. Teniendo en cuenta que vamos encadenando secciones en las que nuestra habilidad se convierte en la absoluta protagonista, pese a que no hay grandes enfrentamientos contra jefes, saber cuándo grabar es clave para avanzar de forma óptima.
Un broche de Ori para lo artístico
Y si el control del personaje principal es una maravilla, el resto de apartados no se quedan nada atrás. Artísticamente hablando, el título alcanza cotas envidiables tanto en lo visual como en lo sonoro. Su estilo visual es colorido y muy vivo, digno de cualquier película animada con gran presupuesto, y está lleno de contrastes para resaltar las emociones que quieren transmitir al jugador en cada momento. Y vaya si lo consiguen. La más destacable es la que rodea a Ori como elemento principal en la pantalla, siempre recubierto por una luz propia que hace que sea imposible perderlo de vista además de reforzar la idea de ser el que debe devolver la luz y la vida al bosque, repleto de oscuridad. Los juegos de luces, las texturas de cada escenario y los diseños de la mayoría de los personajes funcionan a la perfección para que en cada paso que damos durante la aventura podamos fascinarnos con lo que van mostrando.
En cuanto a su banda sonora, el compositor Gareth Coker firma un trabajo brillante con el que poner un broche de oro al conjunto. Llena de temas emotivos, mucha calma y una intensidad brutal para algunos momentos algo más tensos, la banda sonora orquestada añade un extra de epicidad a una obra que ya con todo lo anterior realmente no lo necesitaba. Pero queda todo más redondo. Es de esas bandas sonoras que puedes poner en cualquier momento para escuchar mientras estudias, trabajas o descansas y siempre entra bien.
En el resto de apartados no hay mucho que añadir. El juego no cuenta con voces en ningún idioma ya que los personajes emiten ruidos ininteligibles cuando hablan, pero casa bien con lo que pretenden transmitir con el misticismo y el misterio que rodea al bosque.
Las mejoras definitivas
La llegada del título a Nintendo Switch vino acompañada de una serie de mejoras, aplicadas también a las versiones de Xbox y PC aprovechando la ocasión. Lo principal son dos áreas nuevas respecto al juego original que nos permiten descubrir más sobre Naru, conseguir un par de habilidades nuevas y más coleccionables. Al no formar parte del juego original, se han introducido de forma orgánica pero no son obligatorias para llegar al final. Son zonas cortas, de apenas una hora en total, pero que se agradecen como añadido extra para justificar el volver a jugar si ya se ha hecho anteriormente (que realmente no es que haga falta una excusa). Todo ello con la misma calidad en lo que a diseño de plataformeo respecta, además de mantener el listón bien alto con el apartado visual y la música, para la que regresa el compositor original.
La otra gran característica adicional son los viajes rápidos entre zonas, que facilitan mucho el poder viajar por el mapeado si nos cansamos de correr para ir de un sitio a otro, y el añadido de poder elegir entre diversos niveles de dificultad para ajustar el desafío a nuestras habilidades en ese momento. De hecho, si os sentís muy atrevidos, uno de estos modos ofrece la posibilidad de intentar terminar la aventura con una sola vida. Si morís, toca empezar desde el principio. Y por si sois de los que queréis más retos y llevar el título más allá, la Definitive Edition incluye un sistema interno de logros.
Y ya que hablamos de la versión de Nintendo Switch, cabe aplaudir el trabajo realizado por Moon Studios para traer el título a la híbrida de Nintendo. Corre a 60 imágenes por segundo tanto en sobremesa como en portátil, con resoluciones de 1080p y 720p respectivamente. No solo no se ha perdido la calidad y vistosidad de la obra original, sino que además se han mejorado para esta Definitive Edition las animaciones de Ori, más suaves y fluidas para que funcionen a 60 fps y no a 30 como originalmente. Todo ello mejorando enormemente el rendimiento y desterrando así las ralentizaciones previas.
Ori and the Blind Forest: Definitive Edition – Imprescindible. Así, sin más
Ori and the Blind Forest es visualmente precioso, una carta de amor a los videojuegos y una reivindicación más para recordarnos que no se necesita tirar de hiperrealismo para que un juego destaque por encima de muchos otros. Su apartado artístico completa un conjunto que seguramente ya sería bueno de por sí, porque jugar con Ori es divertido en todo momento y la historia, pese a parecer simple a priori, esconde muchos matices, subtexto y está llena de momentos emotivos que nos van a mantener pegados al sillón como en las mejores películas. Porque, al fin y al cabo, Ori es como una buena película, desarrollada con mimo y buen gusto.
Pocas pegas se le pueden poner a un título que sabe conquistar al público casi desde que enciende la consola y que mantiene las buenas sensaciones hasta el final. De hecho, por buscarle puntos negativos, este sería uno de ellos: tener que despedirse de Ori una vez terminado el juego tras 8-9 horas a buen ritmo. Cierto es que alargar innecesariamente algo puede ser contraproducente, pero las ganas de más siempre quedan ahí cuando algo gusta. Afortunadamente, Ori and the Blind Forest cuenta con una segunda parte, Ori and the Will of the Wisps, que analizaremos próximamente. Secuela incluida junto a este título en una nueva edición física imprescindible, distribuida en España por Meridiem Games, y de la que hablaremos más en unos días.
Hemos analizado Ori and the Blind Forest: Definitive Edition gracias a un código digital cedido por Meridiem Games. Versión analizada: 1.0.2
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