
No es ningún secreto que la saga The Legend of Zelda ha servido de inspiración para otros títulos y sagas desde hace muchísimo tiempo. Tampoco lo es que la saga Souls, aunque no es tan antigua, también se ha convertido en un auténtico referente en cuanto a diseño de mecánicas de combate en un videojuego. Sí es menos sabido, al menos en ciertos sectores, que el panorama independiente es más capaz que nadie de absorber grandes ideas y pulirlas hasta el extremo para crear experiencias realmente únicas con estilos artísticos algo menos convencionales. Si introducimos todo esto en una coctelera, nos sale un título que, para muchos, es uno de los indies del año: se trata de Tunic, una IP que lleva varios meses deslumbrando a jugadores de otras plataformas, pero que llega a Switch ahora.
El principal culpable de que estemos hablando hoy de Tunic es el desarrollador Andrew Shouldice, principal autor de este título, la mente maestra detrás del proyecto. Un proyecto que ha entrado por la retina de muchos jugadores gracias a su apariencia amigable, sus evidentes inspiraciones en la franquicia del héroe de Hyrule, pero que no se limita a ser eso, sino que trata de brillar con luz propia y ofrecer una experiencia de las que no caen en el olvido. ¿Lo consigue? Prepárate, porque comenzamos un viaje hacia lo desconocido.
Tunic, o cómo hacer de la barrera idiomática una virtud
Hay un componente en este título que lo diferencia de cualquier otro título que se os venga a la cabeza, y es su forma de introducirnos en su mundo. Para nuestra sorpresa, el primer cuadro de diálogo que abrimos está escrito en un idioma desconocido, con extraños glifos. Esto es una constante a lo largo de toda la aventura: cartelería, conversaciones, cuadros de texto… Todo en su mundo, o casi todo, está escrito en ese lenguaje glífico. Y no, no hay ningún momento en el que lleguemos a descifrarlo, ni siquiera al final. ¿Se echa de menos poder hacerlo? Desde luego, la curiosidad llama. Pero este lenguaje nos fuerza a comprender, analizar e intuir más allá de las palabras.
Es aquí donde Tunic comienza a brillar con luz propia, la tarjeta de bienvenida a un mundo inhóspito, y tenemos que descubrirlo usando nuestro intelecto y explorando. Y esto, a su vez, nos lleva a un diseño de mapa realmente bien medido, donde ser curioso y explorar cada recoveco tiene siempre recompensa. Incluso recoger el objeto más cotidiano se vuelve una aventura. ¿Para qué sirve? No sabemos ni su nombre, ni sus funciones. No se nos explica nada. Por lo tanto, experimentar es la única opción para comprender. En esta premisa se basa prácticamente todo en el juego. Y no es que tengamos demasiada ayuda para descifrar las cosas, ya que incluso esa ayuda es algo que se consigue explorando.
¿Echas de menos los manuales de instrucciones?
Un guiño para los jugadores más clásicos: Tunic tiene manual de instrucciones… Y es una parte crucial del título, porque se trata, ni más ni menos, que del coleccionable más importante del juego. El manual está disperso por todo el mapa y vamos consiguiendo páginas conforme exploramos. En estas páginas hay mucho texto en el misterioso idioma glífico, pero también hay pistas visuales y algún que otro texto en español que, ahora ya sí, nos ayuda a comenzar a situarnos, pero sin regalarnos del todo la información. ¿Y los mapas de las distintas zonas? Son parte del manual, también tienes que explorar para conseguirlos.
El manual de Tunic es objeto de estudio y análisis en sí mismo. No sólo incluye las indicaciones básicas para jugar, explica mecánicas y nos entrega mapas, sino que nos esconde otro tipo de secretos que podemos ignorar perfectamente si nos basta con jugar la historia base, pero que nos da para mucha investigación si somos jugadores completistas. Su mundo está lleno de secretos muy secretos que sólo se pueden descubrir analizando y comprendiendo el manual en toda su profundidad. Tarea, por otra parte, que no es nada sencilla, puesto que lo único que se nos da de manera intuitiva es lo obligatorio para completar el juego. El resto, profundos enigmas.
La leyenda del zorro peleón
Entremos en otro de los aspectos más interesantes del título: el combate. Aquí es donde entra la influencia de los Souls: tenemos mecánicas de esquiva y de bloqueo condicionadas por una barra de resistencia. No podemos esquivar o bloquear hasta el infinito, puesto que la barra desciende, y si se acaba, los ataques nos hacen el doble de daño. Comprender los movimientos del enemigo y anticiparse a ellos para atacar, con paciencia y sabiduría, es una evidente herencia de los títulos de Hidetaka Miyazaki. Aquí no basta con fuerza bruta.
Además, los enemigos pueden llegar a ser realmente puñeteros. ¿Has conseguido derrotar a ese enemigo tan molesto tras aprenderte sus mecánicas? No te preocupes, más adelante te esperan tres juntos, a ver si eres capaz de lidiar con todos. ¿Lo has sido? Tranquilo, más adelante hay otros que no sólo te quitan vida, sino que hacen que tu vitalidad máxima descienda, limitando así tus opciones de curación. El combate en Tunic es todo un arte, realmente exigente, que puede ser una gran barrera para muchos jugadores, incluso en modo fácil. Por suerte para ellos, existen opciones de accesibilidad a configurar, para que no se rindan a mitad del camino.
Otra mecánica heredada de los Souls es la mecánica de las hogueras, que aquí son Estatuas de Zorro. Descansar frente a una estatua restaura nuestra vitalidad, resistencia y magia, y nos permite aumentar nuestras estadísticas de ataque, defensa, magia y demás si les hacemos la ofrenda adecuada, pero también hace que los enemigos reaparezcan. Esto nos obliga a afrontar el combate cara a cara, luchar por el avance, y conseguir completar ese recorrido que nos permite abrir un atajo hacia la hoguera más cercana. Una mecánica exigente, pero muy estimulante.
Oye, pero ¿y de qué va Tunic?
Hablar de la historia de este título es comenzar a estropear la experiencia, por lo que no vamos a profundizar demasiado en este aspecto. Se trata de una de esas historias que se cuentan a través del escenario, de los detalles, del avance por los diferentes lugares, de forma enigmática y poco explícita. Hay detalles en el manual, escritos en glífico, que recuerdan a escenas tan míticas como la leyenda del Héroe del Tiempo al inicio de Zelda: The Wind Waker. Y las arquitecturas y naturalezas de los distintos escenarios van ayudándonos a comprender poco a poco lo que sucede. Una historia contada de forma parecida a Hollow Knight, por ejemplo.
En cuanto a lo que tenemos a nuestra disposición para explorar, combatir y avanzar en la historia, sucede lo mismo: es mejor no hablar demasiado. Basta con entender que aquí es donde más se nota la influencia de títulos como Zelda: objetos ofensivos, defensivos, curativos, y herramientas necesarias para explorar lugares anteriormente inaccesibles, que se van presentando de forma paulatina a lo largo de las aproximadamente 10-12 horas que dura la aventura. Aunque, si eres de los que quiere encontrar todos los secretos, tienes garantizadas unas cuantas más. Sobre todo, si quieres descubrir los dos posibles finales del juego.
No todo son luces en la versión de Tunic para Nintendo Switch
Si hay una pega indiscutible que ponerle a este port, es que, si bien es bastante satisfactorio a muchos niveles, tiene un punto negativo bastante importante: el modo portátil de Nintendo Switch no es capaz de sostener ciertos niveles de iluminación, texturas y composición de escenarios. Durante muchos momentos, jugar en portátil es ver una pantalla más borrosa de lo habitual, con texturas granuladas y difuminadas que, en ciertos lugares muy concretos, no hacen justicia a lo que se está mostrando.
También sucede que, aunque la estabilidad del título es buena el 98% del tiempo, el 2% restante puede llegar a ser realmente inoportuno. Hay ciertos momentos en los que se producen caídas de rendimiento, y existe la posibilidad de que esto suceda en el enfrentamiento con el jefe final, una batalla en la que hay que ser especialmente meticuloso y minucioso en el control de nuestras acciones para poder esquivar ataques y asestar un buen golpe a nuestro enemigo. No pasa siempre, a mí me ha sucedido un par de veces en los alrededor de 20 intentos de hacerle morder el polvo. Pero, cuando sucede, molesta, y mucho, sobre todo si vas bien en el combate.
Un mundo que brilla con luz propia
El diseño artístico muestra bastantes guiños a la saga Zelda, empezando por la túnica del protagonista y continuando con los diseños de su espada y su escudo, pero el mundo de Tunic no necesita comparaciones, brilla de forma propia. Tanto la estética de la arquitectura y la tecnología, como la naturaleza y los enemigos, muestran su propia personalidad. La forma que tiene el título de jugar con la iluminación, las sombras, la nitidez y el color, contribuyen a crear un escenario precioso, reconocible, en esa perspectiva isométrica que es la seña de identidad del título. Y lo bien que juega con las físicas, sencillas pero vistosas y coherentes con su diseño, es otro punto a favor.
Esto, eso sí, no podría entenderse sin la banda sonora que lo acompaña. Las composiciones musicales acompañan de manera ideal lo que se muestra en pantalla en todo momento, desde los lugares más relajados y apacibles hasta los más tensos y cargados de peligro. Los efectos de sonido son muy contundentes y dotan de una emoción notable a los avances por el mapa y a nuestros descubrimientos. La ejecución es ejemplar en este apartado, y gana aún más si jugamos con auriculares.
Tunic – Nintendo Switch. Una aventura de las que dejan huella
Tunic juega sus cartas a la perfección: un lugar desconocido, un idioma ilegible, una historia que se va desmadejando a medida que exploramos y un mundo diseñado de forma que queramos recorrer todos y cada uno de sus recovecos. Todo condensado en un manual de instrucciones construido de forma magistral y aderezado con batallas exigentes y desafiantes que nos motivan a mejorar desde el principio hasta el fin. No es el título más idóneo para jugarlo en modo portátil, pero no por ello deja de ser un extraordinario añadido al catálogo de Nintendo Switch y un merecido candidato a convertirse en uno de los indies del año.
Hemos analizado Tunic gracias a un código digital proporcionado por Finji. Versión analizada: 1.0
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