Es de noche, ¿o quizás sea de día? Es raro, nunca sabes que hora es en estos planetas lejanos, pero a lo lejos escuchas el crepitar de una hoguera y ahí está otro explorador tocando un banjo. Es un buen momento para sentarse a su lado y hablar un poco mientras os coméis unos malvaviscos. Hoy vamos a hablar de Outer Wilds.
La primera regla de Outer Wilds, es que no se puede hablar del juego
De repente recuerdas cuando dejaste Lumbre, el pequeño planeta del que procedes cuyos habitantes viven de los recursos naturales, aunque hace algún tiempo eso cambió. La fundación del programa de exploración espacial Outer Wilds Ventures y todo lo que descubrieron los primeros exploradores, hicieron que crecieses deseando salir al espacio a vivir tu aventura. Hoy por fin es el día, pero antes necesitas atravesar el poblado y recoger los códigos de despegue para tu explorador espacial.
Outer Wilds es un juego único, de los que no hay más como él. Un juego desarrollado durante siete años por un pequeño estudio indie y que lleva desde su lanzamiento en 2019 convirtiéndose en uno de los títulos favoritos de todos aquellos que lo juegan y hacen clic con él. Es una de esas obras que solamente tienen sentido si se consumen como videojuego y que es imposible de intentar imitarla en cualquier otro medio. Y por desgracia es una de esas obras que solo se puede disfrutar una única vez. No es que el juego se autodestruya en una supernova tras acabarlo pero, sin entrar en spoilers, una vez que lo has completado es imposible jugarlo igual. Es lo que tienen los misterios, que una vez que los resuelves, ya no puedes volver a revivir toda la etapa de la investigación. Al menos hasta que se inventen una máquina para borrar recuerdos, en cuyo caso creo que la usaríamos muchos de los que nos hemos perdido en este sistema solar tan chiquitín. No, no exagero. Ni un poco. No sé si para alguno eso les supondrá mucho, o serán palabras vacías, pero de verdad es una experiencia que merece ser jugada. Si tenéis que hacerme caso por una vez en la vida que sea con esto. Envidio a aquellos que hayáis visto hoy el tráiler o lo hayáis descubierto por la eShop y no sepáis nada.
De verdad que no os puedo decir porque mientras menos sepas de lo que pasa tras terminar el tutorial, mejor experiencia tendrás. Pero si que puedo intentar transmitir porque Outer Wilds es un juego tan especial. Un juego que tanto en el final de su campaña normal, como la de su expansión Echoes of the Eyes me tuvo llorando varios minutos con una sonrisa en la cara del patatazo emocional que me metió. De hecho se me están volviendo a saltar las lagrimas recordando cosas que ocurren y de las que por supuesto tengo prohibido hablar. Y sé que ha esta alturas, con tantos streamers que lo han jugado desde que se anunció la versión de Switch hace dos años, lo de «tienes que jugar a Outer Wilds, es una experiencia fantástica, pero no te puedo decir nada» se ha convertido casi en un meme, pero nada más lejos de la realidad. Si todo el que ha entrado, conectado y completado Outer Wilds insiste tanto en esto, es por algo y es que la única forma de volver a poder vivir algo parecido a la primera vez con este juego, es volver a vivirla a través de los ojos de alguien que aun tiene que descubrir este pequeño juego de detectives espaciales.
Pero para llegar a esos momento primero hay que recorrer un largo viaje espacial, que nos lleva a explorar esta pequeña galaxia formada por una decena de cuerpos estelares entre planetas, cometas y lunas. ¿Pero con que objetivo? El que tu quieras. Al principio de nuestra aventura se nos dan diversas ideas de como podemos empezar nuestra odisea y a partir de ahí te sueltan de la mano y te dejan explorar todo el espacio a tu ritmo y como quieras. Para entendernos, es como volver a salir por primera vez de la Meseta de los Albores de Breath of the Wild, con varios objetivos que investigar, un espacio abierto a nuestra merced y ninguna prisa a la hora de recorrerlo. Y al igual que en la última aventura de Link, empieces por donde empieces al final te acabaras distrayendo con algo que veas por el camino, que te llevará a otro algo y quizás tu aventura de un giro de 180 grados y te dirijas a otro sitio para ver de eso que te ha llamado la atención. Y poco a poco la aventura se convierte en un juego de detectives para averiguar las dos grandes incógnitas de este sistema solar. Porque la curiosidad pide ser saciada. Pide jugar un poquito más, una partida más para averiguar que pasó aquí o como resolver este enigma que se planeta.
De Lumbre al espacio escuchando una canción
Outer Wilds es un juego bonito. Que digo bonito, precioso. Sabe dar unas vistas panorámicas, situaciones de tensión y miedo, de agobio, de tristeza y de relax como pocos otros juegos me han hecho vivir. Un gran rango de sensaciones que son posibles gracias a la diferencias de sus entornos. Unos planetas que funcionan con la precisión de un reloj suizo, tanto en solitario, como en el todo del universo y que cada uno es totalmente distinto al anterior. No es ninguna exageración decir que cada planeta parece diseñado por Nintendo. Ya no solo porque a nivel visual, de detalles y de mimo se nota un trabajo de artesanía a la hora de diferenciarlos, si no que cada uno de ellos hace aquello de diseñar unas ideas y mecánicas especificas de esos planetas (que por si solas ya podrían ser la base de un juego entero), explorarlas de todas formas y luego desecharlas y no usarlas más. Cada orbita, cada elemento, cada pista, cada evento que tiene lugar están donde están y ocurren cuando tienen que ocurrir. No lo hacen antes de tiempo, ni después. Cada una de las piezas que componen el sistema solar de Outer Wilds forman una pequeña orquesta que funciona como un todo, con una normalidad pasmosa.
Y no es casualidad lo de mencionar una pequeña orquesta, porque el juego de Mobius Digital funciona en lo jugable, funciona en lo visual, pero también hace un trabajo magistral en lo sonoro. Las piezas de Andrew Prahlow son de esas que tienen alma y potencia. Piezas de esas que las escuchas y parece que no, pero se te quedan grabadas las notas en la misma parte del cerebro que se te quedaron la primera vez la canción de Super Mario Bros. o The Legend of Zelda. ¿Exagero? Para nada. Raro va a ser si no os planteáis aprender a tocar el banjo a lo largo de la aventura. Música que suena cuando debe de sonar, para transmitir que abandonas tu hogar, que se acaba el tiempo o que en realidad en el espacio todo lo que te rodea es muerte y tu historia puede acabar drásticamente, por muy romántica que parezca la idea de explorar. Y es ahí donde aprovecha todos sus elementos para unir la jugabilidad, con la narrativa ambiental, retroalimentándose mutuamente para que la una tire de la otra constantemente en harmonía.
Y os juro que después de mil palabras no os he contado nada. Si parece que estoy hablando en clave o respetando algún tipo de embargo que me ha puesto Annapurna, nada más lejos de la realidad. Pero si lo que leéis os llama la atención lo más mínimo, entonces es que he hecho un buen trabajo. Salid al espacio a saciar esa curiosidad, a vivir aventuras y a vivir experiencias que seguro que os harán sentir una barbaridad de emociones.
Ya para ir cerrando me gustaría comentar algo acerca del DLC Echoes of the Eye. Cuando se anunció, la comunidad al completo puso el grito en el cielo porque el juego original es tan redondo y está tan bien cerrado que no necesitaba más contenido y se corría el riesgo de arruinar esa perfección. Y nos equivocamos. ¡Vaya que si nos equivocamos! Echoes of the Eye no solo es el complemento perfecto al juego base, al expandir aún más las mecánicas y la imaginería de sus entornos, si no que además Mobius Digital supo hacernos callar a los exceptivos demostrando como se debe de hacer un contenido descargable que suponga el broche de oro a algo que era impensable que se pudiese mejorar.
Este artículo lleva prácticamente escrito desde que se anunció la versión de Nintendo Switch en febrero de 2021, con el único objetivo de que al menos le llame la atención a una persona. Con que a una sola persona le llame la atención y sienta curiosidad por el juego a raíz de este artículo, ya habrá merecido la pena haberlo tenido en el congelador dos años y medio. Y en estos dos años y medio no me arrepiento de ninguna de las palabras que escribí. De hecho, de cambiar algo sería para poner aún más palabras bonitas. Si acaso, todo este tiempo lo que me ha metido es miedo de publicar este artículo, pues en todo este tiempo no ha sido poca la gente con mucho más peso que yo en la industria que ha descubierto Outer Wilds y le ha dedicado textos, videos y todo tipo de ensayos a la obra de Mobius Digital. Y aunque me considere un pez pequeño que poco tiene que aportar ya a la conversación entorno al juego, las cartas de amor están para entregarlas y que sean leídas y por eso he terminado publicando esto hoy, justo con el lanzamiento del juego en Nintendo Switch.
No sé como de bien o mal ha salido la versión de la híbrida, pues es un juego que tira mucho de CPU, (calcula la situación de todo el universo a la vez en tiempo real), pero a la mínima que haya salido bien, por favor, haceros el favor de jugar a Outer Wilds, en la plataforma que sea. Explorad, descubrir, fascinaos con este universo en miniatura. Sorprendeos, equivocaos, sed libres de hacer lo que queráis y disfrutad del viaje y los amigos que encontréis por el camino al lado de una fogata.
Outer Wilds es el claro ejemplo de como aún hay espacio (jeje) para probar ideas nuevas, que se pueden llevar a cabo, que se puede seguir creciendo como industria en cuanto a nuevas propuestas y formas de contar las cosas. Por desgracia de Outer Wilds también tiene un punto muy negativo y es que se acaba y sabes que nunca más podrás jugarlo como la primera vez. Que ha sido un viaje que solamente se puede realizar una vez. Pero cuando acabas el viaje lo haces con una sonrisa y una lagrima en la cara. Y eso, eso es lo que define uno de los mejores juegos de la historia, al menos para mi.
Debe estar conectado para enviar un comentario.