Vivimos en una época en la que el regreso de viejas glorias está a la orden del día y si bien, cuando hablamos de este tipo de cosas, lo esperable es pensar en lavados de cara de obras famosas, es una realidad que incluso IP menos conocidas aprovechan esta tendencia, dándose hasta casos en los que estas llegan a un público enorme, que posibilita que las franquicias se expandan con nuevas entregas. Quizá recorriendo ese camino y tras nacer en Xbox 360 y adaptarse a otras plataformas como PS Vita, Phantom Breaker: Battle Grounds Ultimate acaba de aterrizar como una remasterización para Nintendo Switch, Xbox, PS4, PS5 y PC. ¿Merece la pena o no le sentó bien el salto a Unreal Engine 5? ¡Enseguida te lo contamos con nuestro análisis de la versión híbrida!
Nagi está en peligro
El modo historia de esta propuesta nos sitúa en un mundo en el que existe una serie de personas con la capacidad de emplear armaduras especiales conocidas como F.A («Fu-mantion Artifacts») y dichos usuarios se enfrentan bajo la promesa de ver un deseo cumplido. No obstante, eso acabó siendo parte del plan del misterioso Phantom, un hombre malvado con la capacidad de controlar mentes, que buscaba aprovechar las distorsiones en el espacio-tiempo que se crean en los choques con F.A implicados, para así romper el sello que le impide usar del todo sus poderes. Para su desgracia, la sacerdotisa Waka, con la ayuda de la espadachina Mikoto, acaba parándole los pies, mas en el último momento logra escapar, tomando a Nagi, la hermana pequeña de Waka, como rehén. ¿Es posible rescatar a la joven? ¡Su destino está en las manos de Waka, Mikoto, la sirvienta guerrera Itsuki y la ninja Yuzuha!
El argumento de Phantom Breaker: Battle Grounds Ultimate es ligero y casi anecdótico, apenas se paran a explicar términos, los personajes que originalmente eran DLC no tienen participación alguna y completar cada una de las cuatro «rutas» lleva menos de 3 horas. En esencia, los acontecimientos que ocurren son muy similares y sin importar el personaje por el que te decantes, ninguna se libra de perder sus poderes al poco de empezar, ni altera el camino a recorrer, por lo que la principal diferencia entre rutas se encuentra en que los diálogos son distintos. Ahora seguro que alguno se pregunta si hace falta jugar a entregas previas para entender lo que pasa y la respuesta es que no. Como alguien novato en la franquicia, no voy a negar que me sentí perdido durante un par de menciones a eventos de juegos pasados, pero estos se cuentan con los dedos de una mano y no afectan en demasía a la trama principal, por lo que se pueden ignorar.
Repartiendo leña en barrios variopintos
Jugablemente, Phantom Breaker: Battle Grounds Ultimate es un beat ‘em up de desplazamiento lateral en 2D bastante competente, cuyos escenarios poseen dos «carriles» que consienten a los jugadores cambiar a placer entre la línea frontal y la del fondo. Curiosamente, los 38 personajes jugables comienzan al nivel cero, por lo que para usar sus habilidades o acciones como el «dash», primero hay que entrenarlos de forma individual. El proceso es sencillo, aunque algo tedioso a la larga: debes recoger las gemas rojas que los enemigos sueltan cuando los derrotas e invertir los puntos que adquieres en el proceso. Sin embargo, tomaron una decisión que es una zancadilla para los jugadores solitarios; las gemas rojas no salen en el modo arcade, por lo que dependes del modo historia exclusivo del cuarteto del que hablamos antes y de jugar en cooperativo local u online para el resto. Si bien es cierto que es posible darle al cooperativo más solo que la una, no tienen mucho en cuenta esa posibilidad y te dejan con los rectángulos vacíos de la gente faltante. Lo peor de todo es que, aun poseyendo crossplay, a día de hoy cuesta encontrar jugadores online, lo que hace que esta propuesta pierda bastante como no dé la casualidad de que tengas familiares o amigos interesados en echarse partidas contigo.
Independientemente de a quién controles y de sus características únicas, a tu disposición siempre hay golpes débiles, medianos y fuertes, que emplear para crear un buen surtido de combos. Asimismo, permiten agarrar y lanzar enemigos, protegerte, curarte con objetos, esquivar mediante fintas o hacerle «parry» a los golpes que te caigan, así como dar pasos hacia atrás, cancelar guardias o levantarte mientras te alejas del peligro. En caso de que te guste poner tierra de por medio, también existen ataques a distancia y ataques especiales u objetos ofensivos, que consumen un medidor de «burst» que se va llenando mientras peleas. En líneas generales, nada te impide jugar de forma casual y simplemente pasar un buen rato, pero si decides enfrentarte a los niveles de dificultad más elevados de los cinco que hay, es recomendable practicar lo que acabamos de comentar, buscar equipables que potencien tus estadísticas de forma pasiva e intentar pillarle el tranquillo a mecánicas como el «Overdrive» (una especie de tiempo bruja que activas gastando energía de tu medidor).
Ya para terminar con este apartado, aparte de mencionar que noté cierta ausencia de variedad en los objetivos y en los eventos, falta profundizar un poco en los demás modos que aquí se colocaron sobre la mesa. En el modo arcade te pones a prueba en los diferentes niveles del juego a través de los puntos que consigas o mediante un contrarreloj y luego subes tus resultados a un ranking para picarte con ellos. Aparte del tema de dejarte personalizar la tarjeta de presentación de tu perfil, el online hace gala de un modo PvE y uno PvP. El PvP online funciona por salas, no existe un «matchmaking» que nivele las peleas, a veces hay lag con gente lejana y puedes ir en serio hasta contra 7 personas (3 localmente) o usar a un enemigo que sea un desastre con patas en el campo de batalla para echarte unas risas si te siguen el rollo. En cuanto al PvE, tanto el local como el online, se resume en jugar los mismos niveles que en el modo arcade, solo que acompañado hasta de 5 personas y con la posibilidad de ganar gemas rojas, controlar enemigos o de que te reanimen si te quedas sin salud.
La estética chibi aún tiene guerra que dar
Como ya habéis podido ver a través de las capturas del análisis, este videojuego respeta sus raíces, apostando por gráficos pixel art resultones y expresivos, con personajes plasmados en forma de chibis tanto en sus «sprites» como en ilustraciones y cinemáticas. Si bien no faltaron los típicos recolores a la cita, la variedad de enemigos es lo suficientemente amplia, como para que no dé el cante. Por su parte, los efectos visuales casan bien con el conjunto y aun en los momentos en los que la pantalla se llena tanto de ellos, como de adversarios, objetos, monedas y gemas, no notamos ningún problema de rendimiento. Fuera de lo previo y poniéndome algo quisquilloso, aunque la traducción española es decente, no puedo ignorar que toda la interfaz se quedó en inglés, creando una mezcla agridulce.
Pasando al apartado sonoro, esta obra da a escoger entre voces japonesas e inglesas y puesto que ambos doblajes están a la altura, la elección ya depende de los gustos de cada uno. Es importante mencionar que implementaron la capacidad de elegir si queremos la versión renovada de la banda sonora que se creó para la ocasión u optar por alguna de las anteriores para rememorar viejos tiempos. Por último, en lo referente a la calidad de las melodías, se nota la destreza del compositor Takeshi Abo e incluso hay un remix de cierta pieza famosa de Steins;Gate, que os recomendamos no perderos.
Phantom Breaker: Battle Grounds Ultimate – Una remasterización con alma retro
En definitiva, estamos ante un videojuego adictivo con cierta edad a sus espaldas que, tras dar el salto a Unreal Engine 5, ha vuelto con las pilas cargadas e incluyendo los DLC de antaño. Ya sea para rememorar viejos tiempos con sus combates tan caóticos como divertidos o para descubrirlo por primera vez en su versión definitiva, este beat ‘em up se merece una oportunidad.
Hemos analizado Phantom Breaker: Battle Grounds Ultimate gracias a una copia digital cedida por PQube. Versión analizada: 1.03
Debe estar conectado para enviar un comentario.