El mes de diciembre es el momento en el que todos solemos echar la vista atrás y hacer una valoración de lo que ha sucedido a lo largo del año. En la industria de los videojuegos, esto se traduce en los The Game Awards, el evento dirigido por Geoff Keighley, que se ha acabado imponiendo como la ceremonia de entrega de premios de videojuegos por antonomasia. No exento de polémicas, cada año acapara los focos en su ceremonia de coronación y reconocimiento a los mejores títulos y contenidos del año. Y añadimos ese «contenidos» porque, en los últimos días, ha existido un debate que realmente no debería sorprender tanto a la gente. Y es momento de hacer memoria.
No hay cortapisas en las nominaciones a los The Game Awards
El los últimos años, hemos ido viendo cómo se normaliza que los contenidos adicionales, las remasterizaciones y los remakes empiecen a competir de tú a tú con juegos totalmente nuevos, tanto en el mercado como en el reconocimiento en forma de galardones. Los The Game Awards llevan mucho tiempo nominando (y premiando) DLCs: en 2016, por ejemplo, la expansión de The Witcher 3, Blood and Wine, fue premiada como mejor RPG, justo un año después de que el juego base ganara ese mismo premio, además del GOTY. Sin embargo, había una línea invisible que los contenidos adicionales aún no habían cruzado hasta ahora: la nominación al susodicho GOTY.
La sección de preguntas y respuestas habituales de la página web de los The Game Awards aclara que los DLCs, remásters y remakes son elegibles en cualquier categoría. Algo que no debería sorprender, dado que juegos como Final Fantasy VII Remake (2020) o Resident Evil 4 (2023) ya han estado nominados a mejor juego del año. Con casi total seguridad, Elden Ring: Shadow of the Erdtree se unirá a esta lista, y quién sabe si será el primer DLC en ser reconocido como mejor juego del año. Pero, polémicas y ruido en redes aparte, esta política no es novedad.




