Hay muchísimas formas de disfrutar de un videojuego. Enamorándose de la historia, maravillándose con la jugabilidad, subiendo la adrenalina al máximo con la acción, estimulando la mente mediante puzles y acertijos, sintiendo la satisfacción de superar un reto, ya sea por aptitudes o por aprendizaje, riendo a carcajadas con los momentos cómicos y los gags… Hay casi tantas formas como jugadores. Y una de ellas se ha ido abriendo una puerta gracias a un concepto que sigue cobrando fuerza con el paso del tiempo: que el videojuego es un arte. Como tal, es capaz de valerse de otras artes y entrelazarse con ellas para ofrecer una experiencia única. Y, en tiempos en los que la escena de los triple AAA saca músculo técnico ofreciendo imágenes cada vez más parecidas a la realidad, aquellos que no quieren seguir ese camino o que no tienen los medios para ello buscan otras maneras de conseguir una de esas formas de disfrute de un videojuego: la meramente pictórica. No cabe duda de que un videojuego que entra por los ojos siempre despierta una curiosidad especial en el jugador. Inked: A Tale of Love es un título que, como su propio nombre indica, basa gran parte de su propuesta en un elemento tan conocido por todos como la tinta de un bolígrafo. Con una propuesta estética tan característica y personal, que sigue la senda marcada por el colorido GRIS, cabe preguntarse qué más ofrece el nuevo proyecto del estudio independiente croata Somnium Games. Y ha llegado el momento de averiguarlo.
El mundo de Inked no tiene medias tintas
En un mundo en el que se ha conseguido al fin la paz, el héroe sin nombre deposita su espada en el templo. Ya no la necesitará nunca más. Ahora es un samurái libre y puede disfrutar de las maravillas que ofrece el mundo que el Artista ha dibujado para él y para su amada Aiko. Ella, amante de la naturaleza, le invita a un viaje por todo el mundo, un mundo autoconsciente de sí mismo y de su autoría, para descubrir lo que son capaces de ofrecer los bellísimos paisajes dibujados a bolígrafo. Sin embargo, no todo puede ser tan bonito, y pronto el héroe sin nombre descubre que el mundo puede llegar a ser muy cruel si se lo propone. Pero él tiene una cosa clarísima: no está dispuesto a rendirse.
Aunque a simple vista pueda parecer que no, Inked: A Tale Of Love tiene muchísimo más que ofrecer que lo que muestra a nuestros ojos. La estimulante estética isométrica, con delineado, texturas y sombreados dibujados a mano, resulta impresionante en la pantalla de una Nintendo Switch, pero más aún en modo sobremesa, donde los escenarios brillan con luz propia. El uso del color, muy moderado, está seleccionado de forma muy cuidadosa. La banda sonora, que el propio título te aconseja escuchar desde el primer momento, enriquece ese paseo, y jugando en modo portátil con auriculares da un resultado magnífico, variando desde melodías ambientales y pacíficas a temas más ominosos, reforzando la narrativa.
La jugabilidad de plataformas y puzles también es muy transparente y legible gracias a la forma que tiene el juego de dibujar (literalmente) las cosas. El héroe sin nombre, armado con su pincel mágico, mueve algunos objetos, pero otros los desdibuja y redibuja, cambiándolos de sitio para completar puzles que van alternando dificultad, alternando entre algunos muy intuitivos y otros que resultan un verdadero quebradero de cabeza al que no hay que subestimar. A ellos se unen unos coleccionables, los lienzos temáticos de cada mundo, que sólo se pueden conseguir de una manera: poniendo a prueba nuestra agudeza visual. A veces más visibles, a veces muy bien camuflados, basta con detectarlos y hacer clic sobre ellos para conseguirlos. Con ello desbloqueamos artes conceptuales del juego, enriqueciendo un camino que, eso sí, es completamente lineal: los once niveles del juego, incluyendo prólogo y epílogo, consisten en ir de A a B.
La tinta como reflejo del alma
Aunque su estética es fantástica y su jugabilidad muy amena y desafiante, resulta imposible hablar de Inked: A Tale of Love sin entrar en la forma que tiene de contar su historia. Los primeros pasos por el mundo creado por el Artista, cuyas manos aparecen de vez en cuando por la pantalla, son una oda a la belleza de la naturaleza, los paisajes, el mundo animal y vegetal, al amor que siente Aiko por ese mundo de tinta, y también al amor que siente el héroe sin nombre por su amada. Pero conforme avanzamos nos damos cuenta de que el relato es muchísimo más profundo de lo que aparentaba a simple vista.
Lo que comienza siendo un paseo romántico se convierte en todo un desafío emocional para el jugador, que va descubriendo que el destino es caprichoso y cruel y que las cosas nunca son tan sencillas, incluso cuando ya se ha conseguido la paz. El relato nos enfrenta a momentos muy duros que no podemos hacer nada para evitar, bañados, eso sí, con la estética característica del dibujo a bolígrafo. El avance por los niveles del juego nos muestra recuerdos del Artista, que ejerce de voz en off contando una historia que acaba siendo un examen de conciencia y que nos obliga a hacernos tres preguntas trascendentales que remueven el corazón de quien está a los mandos. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar para recuperar lo perdido? ¿Estamos dispuestos a asumir las consecuencias de llegar tan lejos? ¿Merece la pena o es mejor seguir adelante?
El juego sabe lo que quiere contar y cómo contarlo y no deja opción a réplica, pero al finalizar el recorrido nos percatamos de que hemos atravesado un magnífico proceso psicológico que nos ha llevado de la mano hacia el horizonte sin darnos cuenta. En ese momento, las seis horas aproximadas que hemos pasado recorriendo el mundo de tinta y resolviendo los divertidos y desafiantes puzles que hemos tenido que resolver para llegar hasta ahí se vuelven algo secundario y accesorio. Porque lo que cuenta este juego es muchísimo más trascendental, nos abre el alma en canal y se mete en ella, jugando con algo con lo que todos, sin excepción, nos hemos enfrentado o nos tendremos que enfrentar en algún momento: nuestra actitud a la hora de enfrentarnos a la pérdida de un ser querido. Hay muchísimas formas de disfrutar de un videojuego, pero muy pocos consiguen llegar a un rincón tan profundo y doloroso de nuestro corazón de una forma tan bella y tan evocadora.
Inked: A Tale of Love – Donde la tinta cala hasta el alma
La linealidad de Inked: A Tale of Love, la pega más destacable para jugadores que disfruten con títulos más extensos y abiertos, palidece en comparación con las bondades que ofrece. Puede parecer corto, pero dura lo que tiene que durar. Aunque la estética, la banda sonora y la jugabilidad son muy satisfactorios, no se queda ahí, y va más allá, conectando de forma directa con el corazón del jugador, rompiendo de múltiples maneras la cuarta pared y cerrando nuestro recorrido con una moraleja que, como mínimo, hace que el jugador acabe conmovido, y que logra arrancar las lágrimas de los más sensibles y empáticos, o de aquellos que han atravesado el mismo proceso de duelo que el héroe sin nombre.
Hemos analizado Inked: A Tale Of Love gracias a un código digital cedido por Jaelo PR. Versión analizada: 1.0
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