Corría el año 95 cuando muchos de nosotros, aún imberbes, pudimos ver como el glotón Yoshi se estrenaba en solitario con Super Mario World 2: Yoshi’s Island en la célebre Super Nintendo. La primera aventura protagonizada por este simpático dinosaurio resultó ser una obra como muy pocas en la historia de la compañía, una mecánica tan sencilla como la que propuso este título sirvió como el pistoletazo de salida de una serie de spinoffs que giran en torno a la figura de este personaje y sus colegas de colores y que, en el presente 2015, nos ha traído a Yoshi’s Woolly World.
Los años han transcurrido con una serie de vaivenes en la rama Yoshi’s que tendían a la baja. De hecho, el pasado 2014 Nintendo 3DS recibió a un notable y descafeinado Yoshi’s New Island que trataba de recuperar el regustillo de aquel estreno en la era de los 16 bits. Sin embargo, su puesta en escena y el conjunto de propuestas que ofrecía este título de la portátil no podían hacer más que añorar la grandeza del lanzahuevos por excelencia de la Gran N.
PERO, parece que esta tendencia a la baja ha recibido un total revés que ha puesto al bueno de Yoshi mirando hacia la luna mientras alza el brazo en señal de victoria. Desde comienzos de verano, Wii U cuenta con Yoshi’s Woolly World, la última entrega hasta la fecha de esta rama de videojuegos. Una iteración que nos emplaza en un mundo inmerso en todo tipo de telas y que nos hace disfrutar de esa Nintendo que es capaz de sorprender con su genialidad y maestría en el diseño de un plataformas. ¡Y para colmo van y nos cambian a Yoshi por una versión hecha en lana!
Historia – “¡Devuélveme a mis amigos!”
Kamek ha vuelto por enésima vez y, con muchas ganas de fastidiar a nuestro protagonista y sus amigos, decide convertirlos a todos en madejas mágicas que reparte por todo el mundo.
Por suerte, tanto el Yoshi de color verde como su amigo de color rojo quedaron ocultos por accidente ante este ataque. Una casualidad perfecta para partir en busca de los demás Yoshis, rescatarlos y, ya de paso, plantarle cara a algún que otro viejo conocido.
Siendo francos, la historia de Yoshi’s Woolly World no es más que una excusa para ponernos a pegar saltos. Títulos de este tipo no gozan, ni necesitan –ni queremos-, de una trama digna de las obras más gloriosas del séptimo arte. El núcleo de todo reside en la diversión, y la diversión parte de la jugabilidad. Y ay amigos, aquí es donde llega lo bueno.
Jugabilidad – Old Nintendo is back
Si algo ha caracterizado a Nintendo a lo largo de toda su trayectoria en la historia de los videojuegos, ha sido su buen hacer a la hora de comunicarse con el jugador a través de sus productos. Por norma general, ponerse a los mandos ante un título de la compañía –sobre todo si es un videojuego de plataformas- viene precedido de la sensación de que vamos a engancharnos locamente por culpa de dicho savoir-faire en el diseño de sus niveles.
Yoshi’s Woolly World es una muestra de esto. El enésimo juego protagonizado por el dinosaurio goza de la misma mecánica con la que contaba el original. Saltamos, nos movemos, atrapamos enemigos con nuestra lengua y los convertimos en huevos/ovillos de lana –o los escupimos- para luego lanzarlos y acabar con otros o alcanzar objetos inalcanzables, o activar interruptores, o incluso aumentar minúsculamente la altura de nuestro salto –pro tip, eh-. De hecho, hasta la mecánica de recolectar todo lo recolectable explorando los niveles hasta no dejar el más mínimo rincón sin escrutar es algo que viene de largo ya en la historia del dinosaurio.
Podrás pensar: “¡Pero si esto es más de lo mismo!” y en cierta medida tienes razón. Pero lo genial, lo verdaderamente bueno, es ver cómo partiendo de una mecánica tan simple aún pueden sorprendernos haciendo unos retoques aquí y allá -aunque es reprochable que haya jefes intermedios y finales de cada mundo que se repitan-. Cada nivel te introduce a algo nuevo, cada nivel te presenta un elemento que tienes que aprovechar para avanzar. De hecho esto es lo mejor de Yoshi’s Woolly World, cuenta con muchos elementos del pasado que hacen sentir nostálgico a los más veteranos -¡si es que hasta vuelven las transformaciones y las puertas ocultas!-, pero aprovecha su nuevo planteamiento basado en el mundo de la lana y las telas para introducirnos novedades a cada nivel que pasa y llenarlo de todos esos detalles made in Nintendo. Y lo mejor es que todo ello transcurre en un continuo crescendo a medida que avanzas –ojo a un nivel con velcros, de lo mejor que me he cruzado en mis años jugando-.
También hay que añadir que llegan ciertas novedades que le dan un buen plus. Olvidémonos de usos especiales para el GamePad, que se limita a ofrecernos la misma imagen que en pantalla por si queremos aprovechar el Off-TV. No se van a mencionar ciertas mecánicas concretas porque sería desvelaros sorpresas agradables, pero sí podemos decir, por ejemplo, que la posibilidad de jugar de forma cooperativa con otra persona en modo local es una completa gozada. Es posible que logréis compenetraros para superar todos los retos –algo asequibles, por cierto- que el título nos propone o, por otra parte, sacar al gamberrete que llevamos dentro para dificultar a nuestro compañero el avance. O por qué no, matarnos entre nosotros, ¡total si han quitado el clásico sistema de vidas! Aquí nos olvidamos de pantalla de Game Over, pero sí que nos topamos con un mensajito que nos invita a jugar en el Modo Relajado –pasamos a tener alas y la mirilla de disparo del huevo se desplaza más lento- si morimos una buena cantidad de veces.
Por otra parte están los amiibo, cuyo uso es, simplemente, estético. Si nos pasamos por el Alfiletero y colocamos alguna de nuestras figuras amiibo desbloquearemos nuevos aspectos para nuestro lanudo dinosaurio. Unas apariencias distintas a las que conseguimos si recolectamos las 5 Madejas Mágicas repartidas por cada nivel –la forma que tenemos de rescatar a nuestros transformados amigos- y que no aportan nada más allá de poder decir: “Mira que Yoshi tan chulo llevo”.
Con las novedades justas para una mecánica de juego envuelta por un diseño de niveles en una perfecta simbiosis, el trabajo de Good Feel y Nintendo SPD se ha traducido en una jugabilidad impoluta para Yoshi’s Woolly World que nos dará entretenimiento para una gran cantidad de horas –con un importante factor rejugable al invitarnos a explorarlo absolutamente todo-. No necesitamos más para describir lo bien que se porta en este plano, es una mirada al presente con un fuerte sabor del pasado. Al buen pasado de los plataformas.
Gráficos – ¡Esa lana es tan real que da calor!
A la hora de analizar los gráficos de este juego de Wii U hay que traer a la palestra tres partes fundamentales. La primera de ellas es que todo, absolutamente todo, está hecho de lana o cualquier variante relacionada con el mundo textil. La segunda es que este mundo queda reflejado a la perfección en la pantalla y a unos sólidos 60 cuadros por segundo –con caídas de framerate muy puntuales y que no empañan el conjunto-. La tercera y última es algo que me dijeron al jugarlo y que resume a la perfección lo que piensa cualquiera que ve este juego por primera vez: “¡Son todos tan bonitos que me los llevaría a casa!”.
La mano de Good Feel con esto de hacer mundos repletos de lana, agujas, botones y demás elementos de costura parece haberse vuelto más diestra tras su labor con Kirby’s Epic Yarn. Enemigos, fondos, escenarios, todo parece formar parte de un ménage à trois entre el universo de Yoshi, un cuento infantil y un ovillo de lana. Y lo mejor es que han sabido aprovechar todo ello para ofrecernos una evolución jugable compuesta de una serie de matices –como ya se ha comentado en el apartado anterior- que no hacen más que mejorar el conjunto de una ya de por sí jugabilidad magnífica.
Tremendamente suave, texturas muy conseguidas, entornos tan logrados y personajes tan bien diseñados que parece que juguemos en un decorado hecho a mano, repleto de muñecos con vida propia e imbuido por ese perfeccionismo tan propio de Nintendo. Sencillamente, de lo mejorcito que se ha podido ver en Wii U en lo que lleva de rodaje. A pesar de no apostar por unos gráficos hiperrealistas, logra su cometido, introducirnos en el textil mundo de Yoshi’s Woolly World.
Sonido – Un continuo relax
Estamos ante el que, probablemente, es el punto flaco de este título tan entrañable. La música no ha sido precisamente lo más destacable a lo largo de la historia de la rama Yoshi’s, salvo ocasiones en las que nos topamos con melodías sorprendentemente pegadizas -¿Alguien de aquí recuerda al jefe final de Yoshi’s Island de Super Nintendo?-. Con Yoshi’s Woolly World esta tónica sigue presente, con un apartado musical que no termina de estar a la altura del resto de aspectos.
Con esto no quiero decir que la música sea mala, de hecho no lo es en absoluto. Los temas se van sucediendo y, con el paso de los mundos, empieza a mostrar una mejora que no llega a dejarnos con melodías realmente memorables, de esas que te descubres silbando o tarareando mientras estás a lo tuyo. Eso sí, todo esto dejando a un lado esa canción que todos asociamos al juego y que, de hecho, es su tema principal –y sí, esta seguro que la silbáis-.
https://youtu.be/zcXAzTtnagU
Acordes con guitarras y una atmósfera relajada, sin estruendos. Realmente, se mantiene en sintonía con la sensación de relax que ofrece Yoshi’s Woolly World y con ese toque que lo hace entrañable. Pero cumple su función sin ambiciones, sin querer ir más allá de lo que se puede conseguir en este plano para sorprender al jugador.
En definitiva, Yoshi’s Woolly World es una agradable sorpresa tanto para nuestros ojos como para nuestras ganas de jugar. La última entrega protagonizada por el dinosaurio ha vuelto a subir el listón de manera sobresaliente con una jugabilidad ajustada a la perfección, aunque con un nivel de dificultad bastante bajo para los más veteranos. Nintendo ha vuelto a pegar un puñetazo sobre la mesa y a demostrar que esto de hacer juegos de plataformas se le da de maravilla.
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