La editora estadounidense Devolver Digital siempre se ha caracterizado por su buen ojo a la hora de buscar verdaderas joyas indies dentro del panorama videojueguil internacional. Podrá gustarnos o no la temática, jugabilidad o apartado artístico de cada uno de sus distintos juegos. No obstante, lo que resulta indiscutible es que ninguno de ellos logra dejarnos indiferentes. Death’s Door es, sin ningún atisbo de duda, uno de sus últimos ejemplos. El título, desarrollado por el estudio británico Acid Nerve, responsable del aclamado Titan Souls, logró encandilar tanto a crítica como a jugadores con una propuesta que unifica ideas de sagas como Dark Souls o Zelda. Logrando dar forma a una propuesta algo más oscura y singular que las aventuras de Link y compañía. Ahora, tras su desembarco este mismo verano en Xbox y PC como exclusiva temporal, llega a Nintendo Switch dispuesto a demostrar hasta que punto la historia está equivocada con los cuervos. No te pierdas nuestro análisis para conocer el veredicto final en la redacción de NextN.
Un Zelda con cuervos
El cuervo es un ave simbólica que lleva siglos vinculándose con el mal, la oscuridad o las entidades demoníacas. Algo que se ha visto reflejado, más allá de la historia o la propia mitología, en nuestra propia cultura popular. Y eso es algo que en Acid Nerve tuvieron más que presente a la hora de dar forma a su nuevo juego. Death’s Door nos pone en la piel las plumas de un pequeño cuervo que trabaja para una organización que tiene la tarea de cosechar almas. Si el maestro Terry Pratchett levantara la cabeza probablemente se preguntaría, ¿dónde está la muerte? La cuestión es que, tras una serie de desgraciados acontecimientos (texto libre de spoilers), nos vemos em(p)arcados en una empresa de vital, nunca mejor dicho, importancia.
Jugablemente hablando, Death’s Door nos presenta una propuesta que bebe mucho de sagas como Zelda. No en vano, muchos lo han venido a calificar como un «zelda-like» algo más oscuro y surrealista. Y es que contamos con mazmorras, enfrentamientos con enormes jefes, puzles y GRANDES dosis de exploración. Todo ello aderezado con la tan socorrida vista isométrica.
Exploración, mazmorras y un link al pasado
Llegados a este punto conviene proseguir este texto analizando por separado los tres pilares jugables de Death’s Door: exploración, acción y puzles. En relación al primer aspecto, conviene destacar que se trata de un elemento que sobresale por encima del resto. El que espere largas batallas y acción a raudales se equivoca de juego. Es cierto que la acción no falta y que los enfrentamientos con los jefes son tan gratificantes y exigentes como espectaculares. No obstante, es en nuestra capacidad de avanzar y en la exploración de un mundo interconectado en donde destinamos más tiempo. Se trata de un mundo compuesto por distintos niveles, y sus respectivas mazmorras, que destacan por ser más o menos lineales, aunque no por ello menos intrincados. Zonas plagadas de espacios a los que solo podemos acceder tras derrotar a un enemigo concreto, resolver un puzle u obtener alguna habilidad específica. Eso sí, que nadie espere un backtraking demasiado desarrollado.
Todo lo anteriormente comentado desemboca en desorientación y cierto grado de repetitividad. Y es que nos hemos encontrados en momentos de la aventura donde ni siquiera sabíamos donde ir. Puede que se trate de dos rasgos comunes de los títulos del mismo género. No obstante, un mapa o algo más de variedad en sus mecánicas, nos habría venido de perlas.
Para compensar, parcialmente, las pistas ofrecidas por diversos NPCs o nuestra propia capacidad de memorizar el entorno son unos más que útiles aliados en esta particular empresa. Además, contamos con un inteligente sistema de atajos que vamos desbloqueando, opcionalmente, conforme avanzamos en la aventura. A lo que se suma la posibilidad de plantar semillas en puntos específicos para recuperar vida. Por otro lado, el hecho de mantener tras cada muerte los objetos y el progreso logrado, almas incluidas, hace que ese toque souls-like queda bastante diluido. Algo que, dicho sea de paso, tampoco es que resulte negativo per se.
Y como para crecer antes toca nacer, regresamos, al más puro estilo de cualquier sistema de vasos comunicados, al Cuartel de la Comisión de Siega. Espacio donde van apareciendo las distintas puertas que, tras desbloquearlas, nos llevan a todos los puntos que hemos visitado. Espacio en el que, al más puro estilo de cualquier metroidvania, podemos canjear las almas que conseguimos (luchando o inspeccionando nuestro entorno) por puntos de mejora en un árbol de habilidades algo simple y reducido.
Acción de la vieja escuela
Mecánicamente hablando, y pasamos a la acción, nos encontramos ante un juego bastante sencillo. Nuestro protagonista puede atacar con su espada, usar habilidades mágicas, que consumen energía que recuperamos al derrotar enemigos, o esquivar (nada de saltar). Poco más. Servirnos de todas ellas y lograr marcar el timing adecuado resulta fundamental para derrotar a los jefes y recolectar todas las almas posibles.
Dentro de esta vertiente enfocada a la acción, y más allá de las distintas oleadas de enemigos, destacan los enfrentamientos con los jefes. He de reconocer que soy un amante de los desafíos y, pese a lo que podáis leer por ahí, Death’s Door centra dicho desafío en los ya mencionados enfrentamientos finales. Logrando un buen equilibrio entre la desesperación de títulos como Dark Souls y el enfoque algo más relajado de sagas como Zelda. Y es que es ahí, entre ambos sagas, donde el juego logra colarse de una forma tremendamente justa y medida. Y suerte que es así, ya que no contamos con ningún tipo de selector de dificultad.
Unos puzles donde todo en-caja
En tercer lugar, llegamos a los puzles. Es una delicia comprobar/descubrir como cada rompecabezas encaja a la perfección, valga la redundancia, con todo lo que nos rodea. Puede que no se trate de una mecánica que abunde, pero no por ello resulta nimia e insustancial. Es más, tras resolver cada uno de los distintos rompecabezas, y como si de un proceso de crecimiento y aprendizaje se tratase, la sensación de déjà vu es constante. Hacía años que un juego no lograba retrotaerme de semejante forma a las aventuras que disfrutaba cuando era pequeño (eh, tampoco hace tanto…) en mi incombustible NES.
En términos de duración, completar Death’s Door puede llevaros entornos a las 7-8 horas. Cifra que puede ascender si decidimos desbloquear el 100%. Y es que contamos con mucho que hacer, al menos más de lo que podría parecer a simple vista, tras completar el título. Algo que se ve traducido en forma de diferentes objetos brillantes que coleccionar, armas que descubrir, nuevos enfrentamientos y la posibilidad de volver a explorar el mapa en modo noche. Ah, sí… y luego está su verdadero final… y hasta aquí puedo leer.
Vida más allá de la muerte
Alcanzamos el clímax de Death’s Door con uno de sus apartados más destacados, la dirección artística. Y es que resulta sorprendente que solo dos personas hayan logrado dar vida a semejante obra de arte en movimiento. La vista isométrica, con una cámara que podemos desplazar parcialmente, nos muestra hermosos y originales escenarios que van desde unos fastuosos jardines hasta una sucia fábrica. No hablamos de un título que destaque por ser un portento gráfico, pero tampoco lo necesita. El contraste de colores entre escenarios, las hojas al caer, o el llamativo diseño de los personajes logran encandilarnos por su originalidad e identidad propia. En términos de rendimiento poco hay que señalar. Ya que el título se desempeña correctamente tanto en modo dock como en portátil. Algún enemigo atrapado en el escenario o un solo cuelgue durante toda la aventura es lo único reseñable.
Por otro lado, el humor, sobre todo negro, está presente en toda la aventura. No obstante, no se trata de un humor ahumado e insustancial. Y es que bajo esa fachada surrealista y fantástica, plagada de chascarrillos, se esconde una inteligente crítica a una sociedad que NO sabe volar libre aceptar la muerte como lo que es, una etapa más de la vida.
En lo relativo a su BSO, nos encontramos con un espectacular, aunque no demasiado variado, surtido de temas que logran abordar asuntos tan trascendentales como la melancolía, la epicidad o la tristeza más absoluta. Haciendo que encajen a la perfección con todo lo que nos rodea. Instrumentos de viento, piano, guitarra, etc. cada nota, cada acorde o punteo logra meternos aún más de lleno en este onírico y surrealista cuento que es Death’s Door.
Death’s Door – Reinterpretando los clásicos de acción y aventuras
El estudio británico Acid Nerve lo ha vuelto a hacer. Death’s Door es una deliciosa, y surrealista, fusión entre los primeros Zelda, Dark Souls y los Monty Python. Un juego que no se limita a copiar a los demás, sino que va un paso más allá con su propia re-interpretación de como debe ser un título de acción, exploración y puzles. No se trata de un juego perfecto. Y es que la ausencia de mapa y una historia contada de forma algo confusa nos ha llevado a deambular por sus distintos niveles como pollos cuervos sin cabeza. No obstante, pese a esos pequeños inconvenientes la experiencia final se puede reducir en una palabra: deliciosa.
Vierte en una coctelera unas gotas de souls, una pizca de like, mucho de Zelda y remuévelo junto con unas mecánicas simples pero adictivas y desafiantes y un onírico apartado artístico que quita el hipo. ¿El resultado? Una de las grandes sorpresas del panorama independiente de 2021 y uno de los imprescindibles, desde ya, dentro del catálogo de Nintendo Switch.
Hemos analizado Death’s Door gracias a un código digital cedido por Devolver Digital. Versión analizada: 1.1.5b
Debe estar conectado para enviar un comentario.