En esta época de grandes producciones, donde salirse de lo habitual es un riesgo que muchas compañías no quieren asumir, es difícil encontrar obras que exploren temas más profundos como lo son la tristeza, la melancolía o la aceptación de la propia muerte. Llamar la atención al gran público con videojuegos centrados en la añoranza o la tristeza por lo perdido no es fácil y son sentimientos que rara vez aparecen en títulos de gran calibre o de alto presupuesto. Por suerte, a lo largo de los años han surgido diferentes estudios indies que nos han traído joyas con esta premisa como To The Moon, Spiritfarer, A Memoir Blue o Selfloss, siendo este último juego el que analizaremos durante las próximas líneas.
En Selfloss, juego indie de aventuras desarrollado por Goodwin Games, exploramos ese proceso tan doloroso como es la superación por lo perdido, siendo representada desde la perspectiva de la tradición eslava e islandesa. Nos transporta a un mundo de fantasía, con criaturas de ensueño y una remarcada adoración al mar. El título ya está disponible para Nintendo Switch y el resto de plataformas, pero si aún no te has hecho con él puedes empezar leyendo qué nos ha parecido.
Al servicio de Marena
En Selfloss tomamos el papel de Kazimir, un humano de avanzada edad que despierta junto a un acantilado. No nos explican mucho al principio del juego, más allá de que Marena ha accedido a «hacernos volver» siempre y cuando cumplamos algunos «recadillos». No tardaremos mucho en saber que Marena es nada más y nada menos que la soberana del reino de la otra vida, o «Deriva» como lo conocen los humanos del continente de Yord, y es ella quien decide como y cuando las almas de los difuntos pueden descansar en paz.
Nuestro pasado se nos revela de manera algo ambigua, poco a poco, a través de los comentarios que nos hace uno de los sirvientes de Marena y mediante pequeños sueños en los que rememoramos nuestra vida. Solo tenemos clara una cosa: nos están dando una segunda oportunidad para volver a la vida. Para que así sea, debemos encontrar una orca y, mediante el ritual Selfloss, ayudar por el camino a quienes han perdido a un ser querido a sanar su alma (¿conseguiremos también sanar la nuestra en este viaje de renacimiento?) Mientras tanto, vamos descubriendo más sobre este universo, sus gentes y sus creencias, gracias a monumentos y pergaminos que se encuentran repartidos y ocultos por el continente de Yord.
Esto, mientras avanzamos a través de diferentes paisajes, algunos hermosos y llenos de tranquilidad, y otros desolados a causa de una plaga que ha llenado de desasosiego estas tierras: la miasma. Pueblos y aldeas abandonados, fortalezas en ruinas y otros parajes, son algunos de los entornos corrompidos por esta infección de origen sobrenatural que destruye la vida a su paso, dejando nada más que muerte. Siendo este uno de los muchos obstáculos que nos encontramos en nuestro recorrido por estas tierras.
El refulgir de nuestro báculo
Kazimir no tiene en principio nada especial. Puede correr (no muy rápido, la edad no perdona), escalar, rodar para evitar ataques… pero lo que verdaderamente destaca de él es su báculo. Un báculo capaz de levitar a su alrededor y que emite una intensa luz. Esta peculiariedad es lo que nos permite avanzar en nuestro viaje, ya sea iluminando zonas oscuras, como si de una linterna se tratase; utilizar su mágica luz para activar antiguas runas que nos abran caminos cerrados o nos revelen información sobre el mundo de Yord; propulsar pequeñas barcas con las que cruzar por diferentes zonas acuosas; o por último, pero no menos importante, enfrentarnos a las criaturas de miasma que nos encontramos a nuestro paso por el desolado, pero hermoso, territorio de Yord.
A nuestro protagonista y a su báculo los dirigiremos utilizando las palancas analógicas izquierda y derecha respectivamente. Mecánica que nos puede recordar enormemente a títulos como Brothers: A Tale of Two Sons, donde controlamos a dos personajes a la vez de la misma forma, esta mecánica se presenta enormemente descafeinada en Selfloss. Realmente solo nos movemos con Kazimir, mientras que de nuestra útil herramienta solo controlamos hacia donde proyecta su luz (aunque podemos dejarla caer y seguir dirigiéndola a distancia). Con esto, se echa en falta un poco más de profundidad en la mecánica y dificultad en los puzles y combates, que se nos hacen poco exigentes y escasos.
Y es que, incluso teniendo una duración bastante ajustada (se puede completar en aproximadamente 5 horas), el título se antoja algo repetitivo en ocasiones, con rompecabezas y enfrentamientos poco imaginativos y variados, siendo este uno de los principales handicap. Más aún cuando la dificultad general no termina de diferenciarse demasiado en los primeros compases con el resto del título, salvo el tramo final.
Simple pero bello
A lo largo de esta aventura recorremos diferentes entornos inspirados en Islandia, ya sean frondosos bosques, grandes ríos o helados glaciales donde los verdes, azules y grises toman protagonismo en esta obra inspirada en el postimpresionismo (estilo artístico caracterizado por la importancia del simbolismo), utilizando estos colores y el contraste entre sí para resaltar la belleza de la naturaleza, como para plasmar y resaltar esa soledad y melancolía que el título nos intenta transmitir. Así, nos encontramos un mundo bello, lleno de metáforas y alegorías centradas en el mar y el océano.
Esta atmósfera se ve completa con un apartado sonoro con un elevado protagonismo de melodías suaves que acompañan al sonido ambiental. Esto, por un lado, favorece el sentimiento de inmersión, pero, por otro, llega a resultar decepcionante por la ausencia de composiciones musicales que merezca la pena recordar, aparte de su tema principal, que, aunque hermoso, hace aparición en la obra de manera muy escueta.
Por desgracia y, aunque la carga gráfica se ve simplificada por el minimalismo en el diseño de los escenarios, con una carga poligonal no muy elevada, el rendimiento y la presentación de la obra de Goodwin Games no termina de ser excelente en la híbrida de Nintendo. A lo largo de la aventura encontramos momentos en los que se nota como la nitidez no es todo lo buena que podría ser, acompañada de una reducción de efectos visuales que desluce el apartado final en comparación con otras ediciones del título (incluso hay un puzle que a causa de esta reducción gráfica pierde un poco de sentido), así como algunas caídas de imágenes por segundo (fps) en algunos momentos del juego.
Selfloss – Un mundo que cautiva, pero con luces y sombras
Selfloss es una obra hermosa a la que hay que reconocer un gran esfuerzo detrás por un estudio pequeño que ha querido arriesgarse y traer al mundo de los videojuegos una parte de las tradiciones de Islandia, en el que la superación de la perdida toma un papel protagonista. Nos muestra un mundo lleno de simbolismo, donde el color y las sombras comparten su protagonismo a lo largo de la aventura, con un claro aprecio, respeto y exaltación de la figura del mar y su importancia para la cultura nórdica.
Aun así, no hay que olvidar las sombras del propio título que deslucen el acabado final. La mecánica del bastón no se ha terminado de explotar completamente, haciéndose algo repetitiva y explotándose poco en los combates; su apartado sonoro da demasiado protagonismo al sonido ambiental, dejando la banda sonora demasiado relegada; y el rendimiento y optimización que podrían haber estado más pulidos, permitiendo que el apartado visual no se viera resentido en esta versión de la obra.
Hemos analizado Selfloss gracias a un código digital cedido por Tesura Games. Versión analizada: 1.0.4
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