
La era dorada de los videojuegos arcade fue el mayor periodo de apogeo de dicho género y toda una inyección de ideas. Si bien su duración no termina de encontrar un total consenso, podemos decir que, en mitad de dicha vorágine, se incluyen las consolas domésticas de primera y segunda generación de las que aún guardo mi querida Atari 5200. Hablando con perspectiva, y sin desmerecer aquello de «cualquier tiempo pasado fue mejor», podemos decir que, actualmente, estamos viviendo una segunda edad dorada y los estudios independientes (en muchos casos formados por una sola persona) tienen gran culpa de ello. Ojiro Fumoto (Moppin) y la labor realizada con Downwell es un claro ejemplo. Hagan un ejercicio de fe y salten junto a nosotros a lo más profundo del género arcade con este análisis.
Un solo botón para plataformarlos a todos
Downwell se inició como un proyecto del creativo japonés Ojiro Fumoto con marcado carácter personal y una fuerte inspiración en los shoot’em up de la década de los 90. Resulta indiscutible afirmar que, derivado de dicho acento introspectivo, Downwell se empapa del fuerte simbolismo que desprende el pozo. Fuente de vida, pero también un agujero sin salida donde caer y caer en un bucle sin fin. Un abismo se abre en las profundidades de la tierra y la curiosa misión de Welltaro, nuestro peculiar protagonista, no es otra que investigar, cual valiente minero, que se esconde en su interior.

El arte de arCAdER llega a Nintendo Switch
Los distintos niveles que se abren ante nosotros, durante la caída, se presentan en formato vertical y con un solo botón ejerciendo una doble función crucial para llegar a buen puerto: saltar y disparar. Lo primero resulta imprescindible para aplastar cualquier ser hostil que se cruce en nuestra camino caída. El disparo procedente de las botas, por su parte, nos permite eliminar a los enemigos y ralentizar nuestro descenso (cual Mario Mapache portando una Super Hoja mientras planea). Eso sí, la cosa no es tan fácil. Una vez agotada nuestra capacidad de disparo, solo podemos recargarla tocando tierra firme o pisando a un enemigo, algo que además resulta fundamental si queremos encadenar distintos combos (si eliminamos a más de 25 enemigos seguidos, cuando aterrizamos conseguimos vida y munición).
Downwell nos plantea una tarea que requiere un aprendizaje. No se trata solo de bajar sino de cómo hacerlo. Movernos con agilidad, disparar de forma certera y contar con unos buenos reflejos, lo que viene siendo caer con gracia (sonido de platillos) aquí resulta básico. El pozo es generado proceduralmente por lo que, a pesar de su simpleza, cada descenso nos depara, gracias a dicho toque roguelike, una nueva experiencia.
Una aventura a todo 3 colores
El color, o más bien sus 3 colores, juegan un papel fundamental en este título, conformando un apartado artístico simple pero bastante llamativo. Downwell se nos presenta con una paleta de tan solo 3 colores. Negro para el fondo, blanco para los contornos y rojo para resaltar enemigos y tesoros/objetos importantes. Conviene destacar que los colores son intercambiables, previo desbloqueo, algo que, sin ser la panacea, aporta un toque de variedad a tener en cuenta.
Contamos con un amplio surtido de enemigos. Murciélagos, fantasmas, esqueletos e incluso tortugas son parte de la fauna que convive en Downwell. Saber distinguirlos y conocer sus puntos débiles resulta esencial para poder derrotarlos. Mientras los enemigos básicos son rojos con un contorno blanco, los enemigos más poderosos son completamente rojos. Como podéis leer, aquí el color resulta igualmente importante. En relación a su BSO, quizás se trate de uno de sus puntos más flojos. No me malinterpretéis, cumple su función de forma correcta, pero nos acompaña durante toda la aventura sin que casi nos percatemos de su existencia.
Downwell no es un título largo, sus cuatro mundos (compuestos por tres niveles cada uno) pueden llegar a superarse en 20 minutos. Nada de guardar partida; del tirón. Eso sí, para poder hacerlo la inmensa mayoría de mortales habrán muerto unas cuantas veces, alargando considerablemente el tiempo de juego. Además, al generase los entornos de forma procedural memorizarlos no sirve de nada, por lo que no nos queda otra que familiarizarnos con su control, desarrollando nuestros reflejos y pericia. Y como no hay mal que por bien no venga, o eso decía mi abuela, las gemas que adquirimos se acumulan para gastar en siguientes partidas, desbloqueando, a su vez, nuevas paletas de colores o estilos de juego (existen 4 más el de inicio de la aventura). También contamos con una suerte de estado de frenesí, llamado Gemafilia (Gem High), que alcanzamos tras recoger 100 gemas en un corto espacio de tiempo y que nos permite hacer más daño a nuestros enemigos.
Las tiendas aparecen en los laterales del pozo y en ellas podemos recuperar puntos de salud o aumentar nuestra capacidad de disparo, siempre y cuando contemos con las gemas suficientes. También encontramos cuevas donde recoger betas de gemas o cambiar armamento. Downwell cuenta, precisamente, con varios tipos de armas, cada uno con sus particularidades (no es lo mismo andar a escopetazo limpio que disparar un devastador rayo láser). Para rematar ese toque roguelike, tras finalizar cada nivel se nos permite elegir entre distintos power-ups, acumulables entre sí y disponibles hasta que termine nuestra partida, que nos ponen las cosas algo más fáciles.
Resulta curioso comprobar cómo mientras estamos dentro de la especie de campo de fuerza que desprenden dichas cuevas el tiempo se para por completo, pudiendo pausar, asentar nuestros pensamientos y analizar nuestro entorno y la posición de los distintos enemigos. Toda una suerte de oasis que termina siendo de agradecer frente a tanto frenesí arcade.
Downwell – Nintendo Switch. ¡Un pozo de diversión sin fondo!
Recapitulando… ¿os parece una propuesta fácil? Nada más lejos de la realidad. Bajo un envoltorio bastante simple se esconde un título difícil, a la par que divertido y adictivo que se inspira en los shoot ’em up de los años 90 y logra mezclar, con gran acierto, conceptos ya vistos en títulos como Super Meat Boy o Binding of Isaac. Sinceramente, ahora entiendo aquello de «estos zapatos me están matando». Downwell es una frenética aventura 100% arcade en donde todos sus engranajes encajan a la perfección. Su envoltorio minimalista esconde un juego más profundo de lo que parece a simple vista. Un título difícil, pero muy adictivo que toma elementos de aquí y de allá para ofrecer una notable propuesta jugable. ¿Listos para combatir la gravedad?
Hemos analizado Downwell para Nintendo Switch gracias a un código de descarga cedido por Devolver Digital.
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