Antes de comenzar con la tercera entrega de esta nostálgica sección, vendría a bien recapitular, dejando de lado a los salvadores planetarios, los mundos de magia y fantasía y las ranas con malas pulgas. Entendamos la NESxtalgia como una suerte de estado de dulce anhelo continuo en el que un pensamiento repiquetea en nuestras cabezas logrando sobresalir sobre los demás. Cualquier tiempo pasado jugado fue mejor. Partiendo de esta premisa y aderezado con sentimientos encontrados, una juventud que ya no volverá y la sensación de que ya CASI nada puede sorprendernos en este mundillo videojueguil… da comienzo un nuevo capítulo de NESxtalgia. ¿Su protagonista? Mis recuerdos, sensaciones e impresiones sobre la que viene a ser considerada como la primera aventura gráfica moderna, ¡Maniac Mansion! (así, sin aNEStesia)
Sin vicios, pero con manías Maniac
Siempre me he considerado un amante de las aventuras gráficas. Por suerte, he tenido la inmensa fortuna de poder vivir la época dorada de dicho género. Es cierto que mis recuerdos se afianzan, jugablemente hablando, durante los años 90, pero he tenido el enorme privilegio de disfrutar de los grandes títulos del género nacidos durante la década inmediatamente anterior (mágicos 80). Para los que ya tenemos una edad, palabras como SCUMM (acrónimo de Script Creation Utility for MANIAC MANSION), Lucasfilm o frases como «tira del felpudo», «póngame una botella de Grog» o «bienvenido al almacén de futuros porcinos» hacen que nuestro medidor de nostalgia alcance cotas realmente elevadas.
Esta historia da comienzo a finales de 1992. Sí, lo sé, el juego llevaba ya unos cuantos años en PC, pero dado que mis inicios jugones siempre estuvieron asociados a consolas el retraso era, por desgracia, inevitable (tampoco es que, dada mi corta edad, hubiera podido acercarme a dicho título con demasiada anterioridad). Resulta curioso observar como, encontrándonos en la actualidad en un mundo globalizado en el que cada vez es más habitual asistir a lanzamientos simultáneos en casi todo el mundo, antiguamente todo se movía en márgenes muchísimo más espaciados y distantes. Maniac Mansion era el ejemplo perfecto de ello. El port para la consola de 8 bits de la Gran N se estrenó en Japón a finales de julio de 1988. Por desgracia, su llegada a territorio patrio se retrasó, o al menos ello es lo que le llevó a un servidor poder adquirirlo, hasta febrero de 1993 (tras casi 5 años de diferencia con respecto a su lanzamiento nipón y pasando antes, como venía siendo costumbre, por el filtro de la censura que por aquella época manejaba Nintendo). Por si fuero poco, fueron muy pocas las unidades distribuidas en territorio europeo, por lo que hacerse con una copia en sus primeros compases tampoco fue tarea demasiado fácil.
Un par de veces por semana solía visitar el casoplón de mi amigo Curro. Su bajo era bastante espacioso, y además de contar con cientos de cómics, una batería, un despampanante piano y unos palillos con su correspondiente equipo de percusión (mi etapa musical fue bastante ruidosa) contaba con un «potente» PC en el que descubrí, por primera vez, la aventura de Dave Miller y compañía. Desde entonces, como buen maniático, mi objetivo no fue otro que conseguir ver dicho juego corriendo en mi flamante NES. Cada peseta y cada billete de mil pesetas duro recogido, aguinaldos incluidos, iba a parar a mi hucha de porcelana. Incluso sus Majestades de Oriente y Papá Noel habían pasado por caja. ¿Regalos?, en efectivo, ¡gracias! Corría finales de febrero de 1993. En aquel momento me encontraba solo, mis padres aún no habían regresado del trabajo y yo acababa de venir del colegio (sí, me quedaba solo en casa, pero me las apañaba bastante bien). Agarré el martillo que mi padre usaba para colgar los cuadros, lancé un golpe seco y la hice añicos (nada de tapones de plástico por aquella época). ¿El resto?, ¡es historia! Ahorros, Reyes Magos, jornadas de trabajo intensivo recogiendo aguacates y chirimoyas y 7990 pesetas después el cartucho estaba en mis manos. Comenzaba, pues, una aventura que jamás olvidaría.
Haz point y luego click
Lo primero que me llamó la atención de Maniac Mansion, a parte de ser distribuido por Paco (Spaco S.A. para los amiguetes) fue que permitía grabar partida y mantenerla tras apagar la consola y extraer el cartucho. ¿Brujería? Creo que no… El sistema permitía que una pila de litio diera energía a la memoria de guardado. Ni rastro de aquel rudimentario sistema de password, ¡el futuro estaba aquí! (o más bien ya llevaba unos cuantos títulos presente entre nosotros, pero eso lo sabría mucho después). Resulta curioso, echando la vista atrás con las perspectiva que solo nos otorga el paso del tiempo, comprobar como algo tan estandarizado en la actualidad supuso tal reacción de asombro en mi hace tan solo 26 años. La primera sensación tras iniciar partida fue de asombro. Un asombro que pronto dio paso al desconcierto. La propuesta que nos traían Ron Gilbert y Gary Winnick cambiaba todo lo que había visto hasta entonces, haciéndome salir de mi zona de confort jugable para adentrarnos en algo a priori más complejo, pero también más maravilloso y sorprendente.
He de reconocer que hasta ese momento, y mi temprana edad era un atenuante de considerable envergadura, mi acercamiento al mundo de las aventuras conversacionales o a las aventuras gráficas, propiamente dichas, había sido prácticamente nulo. No obstante, dado mi carácter satírico e ironizante la conexión con Dave, Razor, Tentáculo Verde, Primo muerto Ted o Ed el raro (por mencionar algunos) fue total y absoluta.
Una aventura con mucha miga y… un meteoríto
¿Qué es Maniac Mansion? Un hilarante y divertido cóctel explosivo que nos sirve un grupo de personajes y una ambientación propia de las películas de serie B en la que Dave tiene que salvar no solo a su novia Sandy sino al mundo entero de los experimentos del médico retirado Dr. Fred Edison. Un ser desquiciado por un meteorito (?) que pretende dominar el mundo gracias a su máquina (patentada) Zom-B-Matic ™. Pudiera parecer que el argumento juega aquí un papel secundario, nada más lejos de la realidad. Cada frase, cada palabra y, en definitiva, cada respuesta, se encuentra medida a la perfección para despertar en nosotros una carcajada tras otra.
Jugablemente hablando lo que se plantaba ante mis, aún inexpertos, ojos era una verdadera joya que marcaría un antes y un después en el devenir de mi camino jugable. Seis personajes a escoger con habilidades específicas, diversos finales, un sistema llamado point and click que nos otorgaba libertad de movimiento y nos presentaba un inventario donde recoger todos los objetos encontrados, un puntero para interaccionar y una nube de acciones a nuestros pies (con acceso rápido gracias al botón select) que abrían ante nosotros un sinfín de posibilidades. He de reconocer, que esta propuesta me mantuvo horas y horas frente a la pantalla estimulando mis dotes imaginativas. Eso sí, ello también me llevó a probarlo todo con todo… Y «usar hamster en microondas«, no iba a ser menos, ¿verdad? Por desgracia, sus múltiples finales nos podían llevar a cometer algún tipo de error que nos bloqueara el progreso, teniendo que comenzar desde el principio nuestro periplo aventurero. Y sí, efectivamente, me ocurrió unas cuantas veces (desde entonces ya no he vuelto a tirar ni una sola llave más).
Adentrándonos en terreno gráfico, conviene destacar que aunque la versión de NES que llegó a mis manos partía en clara desventaja con respecto a la de PC, no es menos cierto afirmar que el título fue rediseñado desde cero para adaptarse a las limitaciones de la máquina de 8 bits con unos resultados realmente sorprendentes. Como sorprendente resultó para mis inexpertos oídos cada uno de los sonidos y melodías de corte electrónico plagadas de eclécticos pitidos con que contaba Maniac Mansion. No podemos olvidar que su apartado musical es exclusivo de la consola de los de Kioto, presentándonos un tema único para cada personaje. Nunca olvidaré el popurrí de tambores y guitarras correspondientes al bueno de Syd.
Maniac Mansion: una verdadera oda a la nostalgia más macarra y aventurera de los 80
¿Por qué hay una motosierra en la cocina o un reactor nuclear en el sótano?
¿Quién es esa momia y qué está haciendo en la bañera? Y… lo más importante… ¿Cómo consigue Razor ese pelazo?
Son preguntas que perdurarán por siempre en mi memoria jugable. Maniac Mansion no solo sirvió para reclutarme como soldado supremo del point & click, sino que demostró de lo que era capaz una NES que ya no se cortaba a la hora de plantar cara a cualquier género o plataforma que se sintiera técnica y moralmente superior.
Por suerte, la primera obra de Lucasfilms Games fue mi primera aventura, pero no la última y, aunque el género de las aventuras gráficas no se encuentre en su mejor momento, pese al excelente trabajo de equipos como el de Péndulo Studios o desarrolladoras independientes como Terrible Toybox (una vez más con Ron Gilbert y Gary Winnick a la cabeza) y su reciente y exitoso Thimbleweed Park. Me basta con echar la vista atrás y otear aquella vieja mansión para sentir que todo sigue siendo posible y que la magia sigue fluyendo por mi experimentado cuerpo. ¡NESxtalgia en estado puro!
Si lo que buscas es una divertida aventura que te haga pensar tanto como reir, entra en Maniac Mansion. ¡Y entonces intenta, simplemente, salir de ella!
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